El Sistema Educativo Mexicano (SEM) se caracteriza por ser deficiente y ofrecer una educación de baja calidad. En el diagnóstico del problema constantemente se señala al pacto corporativo entre la Secretaria de Educación Pública (SEP) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) como una de las causas, pues incide en del bajo desempeño de los maestros. La respuesta a este problema ha consistido en hacer reformas cupulares. Algunas de ellas (1992 y 2008) fueron producto de acuerdos o alianzas entre las cúpulas de la SEP y la del SNTE, lo que significó el fracaso de las mismas, pues el control que ejerce el SNTE sobre el SEM le permitió dominar y pervertir sus aspectos positivos. Pero el fracaso de las reformas educativas puede deberse a que en ellas prevalece la búsqueda del control y la estabilidad en lugar de una gobernanza encaminada al fortalecimiento de las instancias colegiadas que contribuyan a lograr consensos, compartir el sentido de los cambios y asumir un compromiso genuino con la implementación entre los distintos actores participantes de una reforma. La última reforma educativa que se llevó a cabo en México (2012-2013) fue el resultado de un pacto entre partidos políticos, lo que permitió promulgarla sin involucrar al sindicato. Se trata de una reforma laboral que excluye al SNTE en los procesos de ingreso, promoción y permanencia de los mentores y genera mecanismos de evaluación del desempeño docente, amén de que promete hacer efectivo el ingreso por medio de concursos de oposición. Si bien esta reforma también es cupular (de arriba para abajo), la principal diferencia con las anteriores es que se trata de una reforma no pactada con el sindicato, promulgada en un contexto de debilitación del SNTE (por la detención de su lideresa Elba Esther Gordillo), lo que hace suponer que el efecto pervertidor del sindicato quedará conjurado y se generarán las condiciones para que, desde el gobierno, se pueda conducir el trabajo de los maestros de manera más racional y eficiente. Esta ponencia expone el análisis prospectivo de las posibilidades de consecución de un sistema educativo basado en la gobernanza, por medio de la reforma educativa. Se abordó el estudio de la reforma desde la perspectiva de Foucault y la teoría neoinstitucional, para entender el fenómeno de las relaciones de poder y dominación al nivel elemental. Con los resultados se argumenta que la lógica de control de la reforma es contrario a la intención de lograr una gobernanza en el SEM, por lo que sus efectos serán marginales, o incluso contrarios a lo esperado, en la conducción del mismo.