Podemos entender la tragedia no sólo como un género narrativo, sino como una de las retóricas fundantes del pensar, una de las formas recurrentes que asume la reflexión occidental. La tragedia nos presenta al sujeto sensible y doliente, un hombre y un mundo siempre desgarrados, atravesados por tensiones irresolubles. Numerosas circunstancias confluyen para que Horacio Quiroga se constituya en un privilegiado espectador de esta tensión y en verdadera encarnación del pensamiento trágico por estas latitudes. Su literatura condensa mejor que ninguna otra entre sus contemporáneos, este desquicio del mundo y el tiempo, la tensión irresoluble entre la naturaleza y la cultura, que tiene también su “continuación por otros medios” al interior del hombre mismo, como desgarro entre la razón y la pasión. Las oscuras fuerzas de la naturaleza y el destino toman cuerpo continuamente en la obra de Quiroga, transida de fantasmas y bestias, de crimen y amores frustrados, permanentemente flanqueada, de un lado por la locura, y del otro, por la muerte. Tomando como principal referencia “Pasado amor” (1929), una de sus escasas novelas y obra de plena madurez, nos proponemos rastrear en ella y otras obras oportunamente traídas a colación, el despliegue de un auténtico saber trágico.