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Modos de inserción de las escritoras emergentes en el campo intelectual 1920-30: el caso de Alfonsina Storni
TANIA DIZ.
II congreso internacional “Cuestiones críticas”. UNR, ROSARIO, 2009.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pWrn/sKk
Resumen
La teoría y crítica literaria feminista ha problematizado la relación entre la escritura femenina, el campo literario y, en particular, el canon. Desde este punto de vista afirmo que la identidad sexual es un dato clave para comprender las condiciones sociales y propias del campo que construyen la identidad de cada escritora. Sin embargo, como señala Domínguez (1998) este abordaje posee el riesgo de la esencialización, me refiero al supuesto a priori de que en toda escritura femenina hay obediencia y resistencia, sin profundizar sobre las variables socio-políticas de cada caso y, en consecuencias, en las contradicciones y negociaciones posibles. Para evitar esta tentación interpretativa, se puede recurrir a la situación histórica con su potencial explicativo y a la noción de experiencia (De Lauretis, 1994) como un proceso a partir del cual se construye una subjetividad atravesada por la realidad social. Así, De Lauretis se refiere a la experiencia como una interacción permanente en la que la sexualidad es un término clave ya que determina a través de la identidad de género, la dimensión social de la subjetividad femenina. Bajo estos supuestos, en la línea crítica de Salomone (2006), quisiera demostrar que Storni y Medina Onrubia, entre otras, forman parte de la vida intelectual de los ’20 y los ‘30, como escritoras emergentes, sujetos del proceso de modernización. Razón por la cual comparten ciertas características y condicionamientos con sus colegas varones: tanto unas como otros son descendientes de inmigrantes o inmigrantes, hacen de la escritura un medio de vida lo que los lleva a practicar diferentes géneros literarios- periodismo, poesía, teatro, narrativa-; asumen un compromiso social y político de izquierda – socialismo, anarquismo, comunismo-. Pero a éstas es necesario sumar los condicionamientos propios del género sexual: el más evidente es que las mujeres no poseían derechos civiles- los obtienen en 1926- ni políticos – en 1946-, con lo cual se legitima en el derecho, la representación infantilizada sobre las mujeres, que puede leerse en la prensa de la época. A pesar de ello, las mujeres ingresan significativamente al mundo laboral (Lobato, 2000) a partir de 1910 y, en particular, al periodismo y a la escritura de ficción. Esta incorporación posee una marca específica: son vistas ante todo como un sujeto sexuado, luego como periodistas o escritoras. Uno de los efectos de esta marca es el despliegue de una retórica sexual sobre la escritura que las toma como referentes.
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