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¿El Estado contribuye ahondar las desigualdades regionales en México?
Marco Merchand.
XXXI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Montevideo, 2017.
Resumen
El objetivo del presente documento, es mostrar cómo dadas las condiciones en que se engendra el capitalismo y sus mecanismos de expansión, hace que este capitalismo extractivista y depredador reproduzca exponencialmente cada vez más las brechas económicas y sociales entre regiones nacionales, regionales y locales; siendo el Estado un actor central y determinante que impulsa este desarrollo regional desigual. En otras palabras, la economía capitalista cuenta con una naturaleza inherente de reproducir desarrollo regional desigual e incluso ésta; es una estrategia que le es propia al capital para poder expandirse en los ámbitos mundiales, nacionales, regionales y locales en los niveles inter e intra (el imperialismo formal e informal -coloniaje- aprovecha estás desigualdades para poder expandirse mundialmente). Es decir, el proceso de desarrollo económico capitalista es un proceso desigual, que no afecta de manera uniforme a todas las regiones y países; son los patrones de distribución territorial (ordenamiento territorial excluyente) los que determinan en última instancia las perspectivas de un desarrollo regional desigual. Por otra parte, el rol que ha jugado el Estado mexicano ha sido fundamental, pues las políticas regionales instrumentadas por éste, en lugar de haber aminorado los grados de desigualdad, éstas incluso han promovido e incluso en algún grado, han sido fomentadas para generar un desarrollo regional más desequilibrado y desarticulado en función únicamente de los intereses sectoriales predominantes, sean agrícolas, industriales y de servicios, pues sólo se buscan espacios económicos que permitan reproducir capitales espurios (enclaves económicos), sin una contribución a las comunidades locales, incluso muchas de las veces generando externalidades negativas que socavan el tejido social de las poblaciones locales. Incluso, las disparidades regionales y/o espaciales tienden a profundizarse cada vez más por la ausencia de una política de desarrollo regional que contemple una estrategia integral orientada a corregir las hondas asimetrías del modelo neoliberal espacial. Si a la falta de una política regional integral y/o territorial, se le suma una reducción de la inversión pública en infraestructura, una contracción del gasto en desarrollo regional (incluso, en el Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018 no está se encuentra el rubro del desarrollo regional, como estrategia de combate a la pobreza espacial), si también, hay una raquítica generación de empleos (abierto y encubierto), un desplome de los salarios y una errada política industrial y agrícola que favorece más un mercado externo en contra de uno interno. Todo esto agrava a aún más un desequilibrio territorial, en el cuál sólo sobresalen las regiones que son priorizadas con ventajas competitivas (vinculadas sobre todo, al mercado externo ¡las más prosperas!) y otras regiones con círculos viciosos endémicos que no son alentadas por las políticas públicas, pues últimas regiones se consideran con mucho más desventajas que ventajas. Estos escenarios macroeconómicos favorables al capital a través de políticas de ajuste han sido adversos al bienestar social mayoritario, manifestándose este deterioro en disparidades regionales entre entidades que crecen por arriba de la media (PIB per-capita) y otros Estados en claro descenso en su participación; como son los Estados de Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
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