Se pretende profundizar, por un lado, en el modelo de representación política asentado en las bases corporativas que acompañan la división del trabajo y el dialogo con el socialismo; y por otro lado, en una corriente que Durkheim diferencia del comunismo y caracteriza como “una aspiración a reorganizar el cuerpo social, de modo que el aparato industrial esté situado de otra forma: sacarlo de la oscuridad donde funciona automáticamente y exponerlo –someterlo- al control de la conciencia”. La concepción política durkheimiana adquiere una importancia hoy que la hace objeto de interés y revisión, en tanto postula el refuerzo de la sociedad civil, o de los grupos intermedios, como respuesta al malestar social y político que se extiende en la sociedad francesa. Su crítica tanto a la concepción spenceriana del mercado como mecanismo regulador central como a la concepción autoritaria de la corriente alemana que considera al Estado por encima de toda regulación moral interna o externa a la sociedad nacional, y subordina a la sociedad civil a los intereses del poder político, se resuelve en un modelo político que integra la noción de ciudadano – la relación del individuo con el Estado – y de productor – participante de una modalidad de representación política corporativa- .