Desde los estudios sobre comunicación y medios, este texto propone un diálogo sobre la puesta en circulación, la normativa web en términos de escritura y la producción de contenidos en la web semántica, a partir de un corpus disparador constituido por dos crónicas periodísticas publicadas en las primeras semanas de la pandemia por COVID-19 en 2020. Hablamos de “No tener olfato”, de Ana Longoni, publicada por la revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín, en abril, y de “La ansiedad”, de Mariana Enríquez, publicada en el especial “Diario de la pandemia. Dossier”, de la Revista de la Universidad De México, pero también en Anfibia. En este texto en particular trabajaremos en relación con el concepto de gamificación según lo plantean Irigaray, Mancuso y otros, y nos propondremos pensar en qué medida es posible considerar el consumo de contenidos como parte de una estrategia narrativa ludificada. ¿Es posible considerar como gamificado un consumo? Las prácticas de consumo de medios en pandemia, al menos las propuestas por algunas publicaciones, parecen sugerir que sí: la emergencia de la primera persona, el intertexto y el uso de hipertextos como estrategias narrativas privilegiadas proponen un juego que, a la usanza de los antiguos videogames, acompañan y edulcoran el cansino -y ladino- paso del tiempo entre los muros del COVID. Las prácticas de consumo ludificadas de contenido en pandemia han podido verificarse, de hecho, incluso en ámbitos en los que no nos detendremos. Por citar uno de masividad indiscutible, el entrenamiento compartido o solitario vía WhatsApp o YouTube con objetivo de cuidado del cuerpo pero también y casi centralmente como entretenimiento. Las publicaciones de Fausto Murillo - TurboSteps o las de Javier Ordieres, por nombrar dos cuyas métricas crecieron a un nivel sin ningún precedente. Además de los derivados del trabajo con los textos de Enriquez y Longoni publicados en Anfibia podemos reconocer antecedentes del consumo de contenidos como gamificación en “Fin”, la última novela de Mi lucha, la megalómana autobiografía -también en clave crónica de autor- del noruego Karl Ove Knausgard. En la propuesta constantemente intertextual, dinámica e interactiva de análisis del cuadro “Dido construye Cartago”, de William Turner, o en la hipertextualidad y la directa propuesta de consumo de Wilco en la escena en la que el personaje asiste con su hermano y su amigo a un cierto de la banda. Por ejemplo.

Durante la última década, la comunicación del riesgo relacionado al uso de radiaciones ionizantes en medicina ha comenzado a ocupar un protagonismo importante. La comunicación del riesgo involucra la información que se le brinda al paciente sobre los exámenes médicos recomendados, los beneficios y riesgos asociados, y los métodos alternativos. Todos estos aspectos deben ser conocidos por los pacientes para que puedan tomar una decisión informada. Además, es necesario que conozcan los riesgos que podrían ocurrir si deciden no realizarse un procedimiento determinado. El concepto de justificación se introdujo hace 45 años como uno de los principios fundamentales de la protección radiológica. Su propósito era asegurar una situación de beneficio neto asociada a la actividad propuesta en relación al detrimento ocasionado por el uso de las radiaciones ionizantes en esa actividad. En el caso de las exposiciones médicas, este principio se dividió en tres niveles: la justificación genérica del uso de las radiaciones, la justificación basada en evidencias de un dado procedimiento, y la justificación de dicho procedimiento para un paciente individual. Estos conceptos siguen siendo válidos actualmente. Sin embargo, se ha visto que el proceso de toma de decisión en protección radiológica requiere no solo de la racionalidad técnico-científico, sino también tener en cuenta valores éticos y sociales. La buena práctica médica incluye también una comunicación efectiva sobre los beneficios y riesgos asociados. Así, la comunicación del riesgo radiológico es un componente clave de la práctica clínica. La implementación de una estrategia efectiva de comunicación requiere responder adecuadamente preguntas centrales del principio de justificación: cómo implementar una aproximación holística pero a la vez individual, que contemple las necesidades del paciente y de la sociedad; cómo tener en cuenta los derechos individuales y el bien común; qué herramientas utilizar para comunicar los riesgos y beneficios, en particular cuando se trata de pacientes pediátricos. A través de un trabajo local de encuestas y entrevistas, buscamos identificar y explorar las diferentes variables que condicionan la comunicación y percepción del riesgo radiológico tanto en pacientes que se realizan estudios y/o tratamientos con radiaciones ionizantes como en profesionales de la salud que los prescriben. El reconocimiento adecuado de cada una de estas variables (miedo, ansiedad, prejuicios, insuficiente formación, etc.) es fundamental para elaborar estrategias de comunicación que permitan construir un diálogo transparente y basado en evidencia al momento de justificar la realización de una práctica médica con radiaciones ionizantes. La comunicación del riesgo radiológico es un fenómeno complejo y debe ser estudiado y comprendido como tal por especialistas en comunicación y en protección radiológica. No puede analizarse solo desde la ingeniería o las ciencias exactas; también debe tener en cuenta variables culturales y sociales para que las decisiones que se tomen puedan ser efectivas, sostenibles en el tiempo y garanticen la correcta comprensión de las personas afectadas. Debemos entender adecuadamente qué es el riesgo radiológico para poder comunicarlo correctamente. Es necesario encontrar herramientas adecuadas para garantizar que un fenómeno estocástico aplicado a un grupo de población no sea entendido como algo individual y determinístico.

La historia de los saberes (científicos) puede trazarse desde aquellos grandes hombres que pasan a la historia como “héroes”. No obstante, muchas de las contribuciones de los científicos fueron posibles gracias a los saberes de personas anónimas. En este sentido, Clifford Conner aporta investigaciones que tienden a visibilizar el papel de los grupos sociales que quedaron en el anonimato en la historia de la ciencia. Así, por ejemplo, en el análisis de la revolución científica del siglo XVII muestra como ciertos grupos sociales, como los artesanos, mineros, navegantes, etc., propiciaron un terreno del saber para que sea posible los “grandes descubrimientos científicos” de la modernidad. Dominique Pestre propone la categoría de regímenes de saberes para dar cuenta cómo se construye la historia de la ciencia considerando el entramado de ciertas relaciones entre el contexto económico, político, la dinámica social e institucional, los valores y normas, los modos institucionales, las prácticas de producción y gestión científica. Aspectos que nos introduce en la construcción de la historia social de la ciencia. Por su parte, Londa Schiebinger refiere al concepto de ciencia colonial sosteniendo la tesis de que la ciencia europea se construyó en base a una dinámica de intercambio de saberes entre los grupos locales y europeos en el territorio colonial, dejando en un gris a los análisis que ponen como dicotómicos a la relación entre centro y periferia. No obstante, en esta dinámica subyace una apropiación de saberes sobre los grupos locales para consolidar la legitimidad del conocimiento del blanco, europeo, occidental. La historia social de la ciencia pensada desde los sujetos anónimos en un intercambio fluido de saberes donde opera la apropiación de saberes constituye la clave de análisis para este trabajo. En este marco se propone analizar algunas obras más importantes de Francisco P. Moreno en su labor de contribuir a dar sentido científico a la región patagónica que era considerada como una terra incógnita en la segunda mitad del siglo XIX. Los objetivos científicos de Moreno estuvieron enmarcados en un contexto social y político de construcción del Estado Nacional pero también en la consolidación de una tradición e institucionalización de la ciencia local. Este naturalista argentino pasa como un héroe de la historia argentina no solo por sus contribuciones en la resolución del problema del límite con Chile, sino por sus vastos aportes a la antropología, paleontología, geología y geografía en el plano local e internacional. Por tanto, se propone analizar las publicaciones de Moreno identificando los vínculos con los grupos indígenas. Este registro permite la lectura en términos de los sujetos anónimos de la ciencia, apreciando no solo cómo se produce la dinámica de intercambio sobre los datos y facilidades que le proporcionan los indígenas para la realización de las expediciones a la región patagónica, sino también deja mostrar la apropiación de saberes y objetos para el conocimiento legítimo local.

Las nuevas tecnologías de la comunicación abrieron un sinfín de oportunidades para compartir contenidos científicos, de acuerdo con la caracterización de Castells (2011) como “autocomunicación masiva”. Sin embargo, la falta de una regulación adecuada —en particular, la resistencia a reconocer la responsabilidad editorial por parte de las grandes plataformas del ecosistema de Silicon Valley, así como su interés por aumentar el tráfico— ha tenido una consecuencia negativa: la circulación de contenidos de baja calidad, por confusión o mala voluntad deliberada. A este tipo de contenidos se les ha denominado fake news, término que engloba diferentes tipos de información (Wardle y Derakhshan, 2017; Pavleska, Školkay, Zankova, Ribeiro y Bechmann, 2021). En Argentina, así como en la mayor parte de América Latina, el campo de la comunicación de la ciencia viene pasando por un proceso de profesionalización e institucionalización desde principios de la década de 1980. En este proceso, los científicos han tomado un papel activo, junto con los comunicadores científicos profesionales. Si bien se ha estudiado algo de esta historia reciente (Vara, 2015; Cortassa y Rosen, 2020; Kreimer, Levin y Jensen, 2011), todavía hay poca investigación sobre la respuesta de la comunidad de la comunicación científica al desafío que plantean las nuevas tecnologías. en cuanto a la calidad de los contenidos científicos. Adicionalmente, la pandemia del COVID-19 expuso la necesidad de tener información científica certera. Como respuesta a esta problemática, nació el proyecto ‘Ciencia Anti Fake News’ (CAFN), liderado por un grupo de científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), así como de otros colaboradores de distintas instituciones. Creemos que esta iniciativa representa una respuesta temprana y consistente con el propósito de refutar información engañosa y ofrecer información confiable a la población, teniendo en cuenta sus necesidades durante la pandemia del COVID-19, en un contexto de proliferación de noticias falsas en medios nuevos y tradicionales. Este proyecto autogestionado es emblemático de los esfuerzos comunicacionales vinculados al fact-checking, aunque sus acciones van más allá de este tipo de trabajo. En esta presentación pretendemos mostrar el análisis de CAFN desde la perspectiva de manejo de flujo de la información para finalmente ser mostrada al público, así como la forma de trabajo de sus participantes y sus relaciones institucionales. Todo esto particularmente en relación con la comunicación de riesgos para la salud.

Los medios de comunicación que se han estudiado en relación a la comunicación de la ciencia han tendido a privilegiar el análisis de periódicos, revistas y otro tipo de publicaciones impresas, generando así una vacancia en el campo de la comunicación de la ciencia en lo que concierne al rol de los medios audiovisuales (Bucchi y Trench, 2008). Gracias a un estudio de Massarani et. al. (2017), podemos observar que este panorama también se repite en América Latina. A pesar de esta vacancia puntualizada, diversos autores han remarcado a la televisión y al audiovisual como uno de los medios más estratégicos a la hora de comunicar ciencia, siendo el medio predilecto por los legos para obtener información científica (Cheng y Shi, 2008; Claessens, 2008), e incluso encontrándose que su uso para tales fines ha ido en aumento (Santerre, 2008).En cuanto al ámbito nacional, según diversas encuestas realizadas por el MINCyT (2014; 2015), la televisión es el medio más influyente y más utilizado como fuente informativa sobre ciencia y tecnología en Argentina, utilizándose para dichos fines en un 80,8%. Ningún otro medio llega a porcentajes tan elevados. Por otro lado, resulta cada vez más evidente la interrelación entre la comunicación científica y la educación científica (Schibeci, 1986; Dhingra, 2006), no solo gracias a que comparten objetivos en común sino también a que comparten gran parte de su público destinatario. Se ha encontrado, además, que el punto de conexión más efectivo entre estos dos ámbitos es la educación informal realizada a través de los medios de comunicación, siendo el principal de ellos los programas televisivos (Chen, 1994; Cheng y Shi, 2008). En este trabajo nos focalizaremos en el rol de la televisión, estableciéndolo como estratégico a la hora de comunicar ciencia. Se prestará especial atención a la televisión como punto de intersección entre la comunicación en ciencia y la educación, focalizándonos en este último punto en Canal Encuentro, situando a la señal televisiva como de particular interés en cuanto a dicho nexo. Al ser Encuentro un canal que, en los años que consideraremos en este trabajo (2007-2014), estuvo bajo la órbita del Ministerio de Educación, su contenido estuvo pensado justamente para estos dos ámbitos: la pantalla pública televisiva y el aula. Gracias a cuatro entrevistas en profundidad semi-estructuradas realizadas a integrantes del área de producción, podremos establecer a la señal como siendo una mixtura entre dos tipos de categorías de televisión educativa: la cultural y la escolar. Esto ubica a Encuentro en plena coincidencia con una de las discusiones teóricas más actuales del campo de la comunicación de la ciencia a nivel global, en donde la confluencia entre el mundo de la comunicación de la ciencia y el de la educación científica en establecimientos educativos (primarios y secundarios) han comenzado a interrelacionarse cada vez más, siendo la televisión uno de los ámbitos estratégicos más fuertes en donde puede observarse dicha intersección.

Calderón, Solange Nataly - Estudiante Licenciatura en Comunicación Social Palabras clave: comunicación de la ciencia, profesionalización, medios digitales, entretenimiento Actualmente, existe una compleja dinámica entre el proceso de profesionalización del periodismo científico y la comunicación de la ciencia, que se ve afectado por la transición tecnológica digital que ha transformado la ecología de los medios, impactando en cuestiones claves como géneros, rutina de trabajo, fuentes, modelos de negocios y, roles para la práctica profesional, con su acompañamiento de nuevos discursos y prácticas. En este marco, nace Xplora – Snacks de Ciencia un proyecto audiovisual llevado a cabo por un grupo de entusiastas que incluye doctorandos y estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, un locutor profesional, y un politólogo que está haciendo un doctorado en filosofía de la ciencia. Se desarrolla a través de un sitio web y cuentas en redes sociales donde suben constantemente noticias, información y piezas audiovisuales, promoviendo la divulgación científica actual. El objetivo general de investigar un proyecto como Xplora - Snacks de Ciencia es entender los procesos de profesionalización de la comunicación de la ciencia en la transición digital, que reconfigura los medios, modos de financiación y roles profesionales. Además de preguntarse qué factores influyen en la decisión de comunicar la ciencia. Analizando sus piezas audiovisuales, se observa cómo se orientan a informar a través del entretenimiento. Para lograrlo, hacen uso de una gran variedad de recursos visuales (animación, gráficos, musicalización, etc.), junto con un lenguaje verbal y corporal, se muestran ante cámara explicando hechos científicos o haciendo experimentos, de forma lúdica, para tratar de llegar también a un público más joven e, incluso, infantil. En cuanto a la duración, buscan ser concisos y precisos con videos que duran pocos minutos e, incluso, algunos segundos. Mientras que para entrevistas utilizan el formato podcast y, una duración más extensa de hasta una hora. La metodología de trabajo comienza a partir de una idea disparadora que luego toma forma. Los roles del equipo están distribuidos en la producción del material audiovisual, el audio, la animación, musicalización y el diseño del contenido, los cuales no están a cargo de solo una persona, pero su trabajo está especificado. La propuesta favorece la interacción, dejando que las audiencias aporten proyectos y sean incluidas como miembros, cuestión que es facilitada por el carácter interactivo de la plataforma y las redes que utilizan. En base a entrevistas hechas, sus integrantes dicen mantenerse en un proceso de aprendizaje continuo a partir de la misma propuesta. Si bien la mayoría tiene formación científica de base, han complementado esos estudios con capacitaciones más o menos formales en fotografía, guion y redes sociales, entre otras competencias de la comunicación. Su idea a futuro es poder dar charlas en ferias, colegios y eventos de forma presencial. No cuentan con apoyo financiero específico de la UBA ni de otra entidad educativa o de investigación. Sus ingresos dependen de diversas formas de donativos de sus audiencias, a través de mecanismos interactivos.

La conformación de un sistema nacional de ciencia y tecnología se empieza a materializar principalmente durante las décadas de 1950 y 1960, sobre todo a partir del surgimiento de distintas instituciones tales como la Comisión Nacional de Energía Atómica (1950) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (1958). Sin embargo, el proceso de organización e institucionalización en el campo de la comunicación pública de la ciencia se empieza a consolidar a partir de mediados de 1980, tanto en Argentina como en buena parte de la región. Así mismo, el retorno de la democracia reabre la discusión sobre el rol y la importancia de las políticas científicas y tecnológicas en la sociedad, consolidando a su vez un espacio propicio para el desarrollo de la investigación científica. En ese sentido, para entender las transformaciones que se dieron en el campo de la comunicación pública de la ciencia en la Argentina, dentro de un proceso de profesionalización e institucionalización desde mediados de los ochenta, me propongo exponer avances parciales del análisis de caso del Programa de Divulgación Científica y Técnica. Se trata de una iniciativa surgida en el seno del Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar, hoy Instituto Leloir, que inició sus actividades en 1985. En particular me interesa observar ¿qué significancia e implicancias tuvo el Programa en la profesionalización de la comunicación de la ciencia en Argentina?, ya sea a través de la formación de divulgadores científicos como en la creación de nuevas instancias de formación profesional. En esa línea, esta presentación se enfoca en los primeros años del Programa y, en particular, en la relación con las políticas científicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Corresponde señalar que al retorno de la democracia, se abrió el debate sobre las políticas científicas en distintos ámbitos públicos. Uno de ellos fue la UBA, una universidad pública de larga tradición, donde se dio un nuevo impulso a la investigación y a la divulgación de la ciencia. Ese impulso surgió a partir de la creación de múltiples instrumentos de apoyo, como por ejemplo, a través de becas y subsidios. En cuanto a la segunda, fue importante la creación de la Red de Museos de la UBA, en 1991, y la Red de Divulgación Científica en 1992, dos iniciativas que partieron de la Secretaría de Ciencia y Técnica del Rectorado de la UBA. Nos enfocaremos en la vinculación y articulación de iniciativas entre el Programa CyT y la UBA en relación con la formación de recursos humanos y en la creación de cargos específicos en las distintas facultades de la UBA, con una fuerte orientación a la producción de piezas de divulgación y periodismo científico, en la primera mitad de la década del noventa. De esta manera, este conjunto integrado de acciones tomadas desde la UBA puede entenderse como una política científica institucional y un nuevo posicionamiento frente a la ciencia.

Nuestra indagación intentará hacer un aporte al estudio de los medios y la cultura digital analizando cuáles son las herramientas que tienen la/el productor de contenido para cartografiar la vida social y cuál es el lugar que ocupa el dolor en la construcción de la noticia. ¿Es la crónica el recurso dilecto para trazar un discurso que describa con profundidad las sensibilidades asociadas a lo penoso? ¿Qué espacio tienen en los medios el optimismo y el pesimismo? ¿Cuál es el rol y cuáles los alcances de la/el productor de contenido para radiografiar las sensibilidades sociales en tanto creador/a de mundos a partir del lenguaje? ¿Qué lugar tiene la presencia de la/el cronista en la perspectiva que relata, esto es, es posible salirse narrativamente de la mirada etnocentrista y narcisista? Y por último, ¿posibilita la crónica en su ponderación del territorio, de la corporalidad y la materialidad, conjurarse como un artefacto para exorcizar la aceleración, la fugacidad y la liviandad vigente en los medios de comunicación y las redes sociales?  Palabras clave: crónica, periodismo, dolor, redes sociales, medios, producción de contenidos.

Desde los estudios sobre comunicación y medios, este trabajo propone un diálogo sobre la puesta en circulación, la normativa web en términos de escritura y la producción de contenidos en la web semántica, a partir de un corpus disparador constituido por dos crónicas periodísticas publicadas en las primeras semanas de la pandemia por COVID-19 en 2020. Hablamos de “No tener olfato”, de Ana Longoni, publicada por la revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín, en abril, y de “La ansiedad”, de Mariana Enríquez, publicada en el especial “Diario de la pandemia. Dossier”, de la Revista de la Universidad De México, y también en Anfibia. En el caso de mi participación, elaboraré una reflexión sobre las crónicas periodísticas mencionadas desde un abordaje donde se privilegian los procesos de mediatización (Barbero, 1987; Verón 1997 y 1998), en tanto una compleja relación entre la transformación de los medios y la comunicación, por un lado, y la cultura y la sociedad (Hepp, 2020), por el otro. La perspectiva de Hepp, concebida como mediatización profunda, supone que todas las prácticas de nuestro mundo social están intrincadamente relacionadas con los medios digitales y sus infraestructuras. Entonces, las crónicas ponen en escena marcos interpretativos (Aruguete, 2020) donde se manifiestan formas de hacer inteligible un momento extraordinario como los aislamientos. Estas intervenciones públicas en un ecosistema mediático (Scolari, 2008), donde se producen circulaciones diversas, visibilizan maneras de narrar donde emergen construcciones de sentido desde la vida cotidiana, ya mediatizada.

La comunicación de la ciencia en Argentina se encuentra en un período de profesionalización que, tal como señala Vara (2015), está dado, principalmente, por la creciente especialización de los profesionales gracias a la oferta de formación y capacitación específica como así también por la necesidad de reconocimiento social de los actores intervinientes. En esta especialización se reclama un lugar propio en el mercado laboral. Este proceso, a su vez, coincide con una transformación en la ecología de medios por la irrupción de las nuevas tecnologías, que tiene un impacto desorganizador y reorganizador en cuestiones relacionadas con los géneros, los roles profesionales, las rutinas de trabajo y los modelos de negocio en la práctica profesional. En relación a esto, en nuestra investigación analizamos el caso “Científicas de acá”, un proyecto de divulgación científica que tiene como propósito la visibilización del trabajo de científicas argentinas y de la región, iniciado en septiembre de 2020, impulsado por cuatro mujeres vinculadas a las ciencias de diferentes disciplinas y abordado desde una perspectiva de género. El grupo se conformó a partir del encuentro en una formación de posgrado en comunicación de la ciencia en la Universidad de Buenos Aires. El abordaje desde una perspectiva de género resulta una labor social dado que, como señala Gamba (2008), las relaciones de desigualdad entre los géneros afectan la producción y reproducción de la discriminación y adquieren expresiones concretas en todos los ámbitos culturales y que, además, la mirada de género no está exclusivamente dirigida a mujeres. Dicho proyecto es llevado a cabo a través de diferentes plataformas tecnológicas tales como una página web, Instagram, Facebook, Twitter y Spotify. Además, cuentan con la publicación de dos libros; el segundo en una versión infantil. A partir de un análisis cualitativo, mediante entrevistas semiestructuradas y observación participante, como objetivo general nos proponemos indagar acerca de cómo son estos nuevos roles profesionales en comunicación de la ciencia y cómo se vincula el proyecto con la perspectiva de género. En relación con los objetivos específicos procuramos describir, por un lado, en qué consiste el proyecto y cómo es llevado a cabo y, por otro lado, cómo es la organización del trabajo interno del proyecto.

Durante las últimas dos décadas, la gestión del conocimiento y la organización de la investigación han comenzado a orientarse hacia la reconfiguración de las universidades retomando debates el pensamiento y la praxis latinoamericanas, y con el objetivo de dotar de significado al complejo binomio universidad-sociedad. De esa manera, se intentaron alinear esas instituciones con políticas y programas de inclusión social, de equidad, de interculturalidad y de integración regional (Didrikson et al, 2019) como premisas guía de la producción de conocimiento y de la investigación. Si aceptamos esta tendencia de reconformación de los espacios académicos resulta pertinente entender que las disciplinas humanísticas han sido objeto de múltiples debates frente a las ideas, siempre en tensión, sobre su inutilidad y su importancia e impacto respecto de las “otras ciencias”. En primer lugar, la historia de las Humanidades resuena en la actualidad a través de preguntas claves sobre el estatus de su producción de conocimiento (o incluso, de los denominados “saberes”) y sobre sus tiempos y especificidades epistemológicas. Estos cuestionamientos cobran especial énfasis porque las indagaciones por el sentido de la vida humana son aquellas que prefiguran que ese “conocimiento” nunca es estanco, ni quieto y siempre es revisitado. Las nociones positivistas que dominaron la producción de conocimiento humanístico desde el siglo XIX no han sido completamente desterradas; de hecho, muchas veces se asiste a encrucijadas sobre el lugar de las Humanidades frente al avance del productivismo científico que no se ajustan a su “naturaleza”. Desde estas premisas, el objetivo de la ponencia consiste en relevar los posibles significados atribuidos por investigadores/as a los conceptos de pertinencia y relevancia de la investigación en Humanidades a la luz de los debates señalados sobre la relación Universidad y sociedad. Por ende,la pregunta central de investigación puede traducirse de la siguiente manera: ¿Cuál es la dinámica de construcción de conocimiento de los propios investigadores/as sobre las Humanidades y sus posibles atribuciones a los conceptos de relevancia, aportes e intervención crítica? La metodología utilizada abordará análisis bibliográfico y de antecedentes teóricos así como el análisis del material surgido de 4 (cuatro) entrevistas realizadas en el marco de mi proyecto de tesis de doctorado en Argentina. Como una primera instancia de mi proyecto de tesis en desarrollo, se presentarán los resultados preliminares de entrevistas semi-estructuradas a modo de indagación del campo a referentes de diferentes disciplinas humanísticas; la finalidad será la presentación de algunas reflexiones iniciales para pensar el concepto de Humanidades en relación con las ideas de compromiso, transferencia, vinculación, renovación e intervención.

Al comienzo del nuevo milenio, la comunicación de las ciencias se ha expandido notablemente en Argentina. Hubo un interés desde las políticas públicas en el sistema científico-tecnológico y desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT), entre otros organismos, se impulsaron fuertemente las iniciativas de comunicación científica. No obstante, con el pasar de los años se fueron modificando las formas de comunicar la misma. Para tratar el tema de la comunicación de las ciencias en el país, tomaremos en cuenta el trabajo de Cortassa y Rosen (2019) y los trabajos de Vara (2015 y 2022) sobre la profesionalización e institucionalización del campo de la comunicación de la ciencia en la Argentina y la reconfiguración de los roles profesionales en la transición digital. En cuanto a los programas televisivos, puede decirse que programas emitidos en las cadenas públicas y universitarias experimentaron un fuerte crecimiento y varios ciclos de programación han tenido bastante popularidad. Con respecto a su análisis académico, fue bastante estudiando el Canal Encuentro, una señal de cable dependiente del Ministerio de Educación de la Nación. En esta presentación vamos a compartir nuestro análisis contrastivo preliminar de dos programas de televisión abierta: “Científicos, Industria Argentina” (CIA) y “La liga de la ciencia” (LLdeLC). El primero comenzó a emitirse en el año 2003 por el canal TV Pública, con la conducción de Adrián Paenza, periodista y matemático. En el programa participaban distintos panelistas que aparecían en bloques según su especialidad. CIA dejó de emitirse en 2016. En parte como una cierta continuidad, comenzó a emitirse en la TV Pública “La liga de la ciencia” desde 2017 (y continúa). Cuenta con dos conductores, María Eugenia López, quien es bióloga y divulgadora del Centro Cultural de la Ciencia, entre otras actividades; y Andrés Rieznik, quien es físico e investigador del CONICET y divulgador. LLdeLC, al igual que su antecesor, dispone de la presencia de distintos especialistas. Pero a diferencia, este equipo cuenta actualmente con redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y Youtube, donde anuncian y publican su contenido. Nos enfocamos en el año 2016 de CIA y en los años 2017-2020 de LLdeLC para observar y analizar los cambios más salientes entre ambos con el propósito de comunicar ciencia en la televisión, desde un canal público y producido por la misma productora privada. Enfocaremos nuestro análisis en la organización general de ambos programas (producción y secciones), y en los roles profesionales presentes. También, verificaremos si se mantiene el modelo de déficit en la comunicación de la ciencia o si se avanza hacia un modelo más dialógico, facilitado por el uso de redes sociales y otros recursos de internet, estableciendo semejanzas y diferencias entre ambos programas.

La comunicación pública de la ciencia y la tecnología abarca potencialmente a todos los fenómenos de sentido relacionados con el lugar relevante que la ciencia y la tecnología ocupan hoy en la vida social, cuestión que se ha vuelto especialmente resonante tras las discusiones públicas alrededor de las vacunas durante la pandemia por el Covid-19. Aún así, es muy habitual que, en consonancia con las tendencias dominantes en los países centrales, se la considere como una actividad desarrollada por las instituciones públicas para la promoción del conocimiento y la cultura tecnocientífica o –más recientemente– como el establecimiento de instancias de diálogo específicas entre instituciones y ciudadanía en torno de los principales tópicos de la innovación en el sector. Este recorte, implícito tanto en trabajos de investigación como en documentos públicos sobre comunicación pública de la ciencia y la tecnología, no solamente opera como una restricción desde el punto de vista temático (por ejemplo, en la determinación de cuáles son las ciencias “dignas” de formar parte de la agenda y las que no), sino que además circunscriben al campo disciplinar de la cultura científica en el marco de interpretación de una “tarea por hacer” (es decir: tiene implicancias ontológicas). De esta manera, la comunicación pública de la ciencia y la tecnología tiende a conservar el mismo carácter rígido que tan criticado fuera en el consabido “modelo del déficit cognitivo” (la representación de la divulgación científica como “herramienta” destinada a corregir la falta de conocimiento del público), aún cuando el leitmotiv actual sea el de establecer el diálogo para propiciar un desarrollo democrático de la ciencia y la tecnología, acorde con las necesidades del conjunto de la sociedad. El problema que se suscita entonces es el de cuáles son las condiciones para que ese “diálogo” que las instituciones de la ciencia y la tecnología buscan establecer con el conjunto de la sociedad constituyan realmente un instrumento para la democratización del desarrollo científico y tecnológico, y cuáles son las condiciones que, por el contrario, tenderían a propiciar la mera búsqueda de consensos de la ciudadanía con agendas de desarrollo preestablecidas. Las nuevas tendencias en comunicación pública de la ciencia y la tecnología promueven, además, nuevas formas de evaluar la calidad y el impacto de las acciones de comunicación y el diálogo, en las que –hay ejemplos concretos y relevantes– se considera obsoleto brindar información, se asume al “engagement” mediático como indicador de democratización o se interpreta a la renovación del discurso público o académico como un cambio real en las condiciones del desarrollo tecnocientífico. Nuestro trabajo apunta a un análisis que diferencia los aspectos técnicos y epistémicos de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, a fin de fortalecer a la disciplina de cara a sus desafíos democráticos actuales en el contexto argentino y latinoamericano.

El presente trabajo se propone indagar una coyuntura crítica en la historia social de las ciencias biomédicas de Buenos Aires, como es el conflicto interclaustral desarrollado entre setiembre de 1905 y marzo de 1907, en la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA. En especial se propone rescatar el papel de los grupos estudiantiles nucleados en las instituciones gremiales de la época, comprometidos con una protesta que dejó entrever –una vez más– el malestar con la vida experimental de la ciudad de Buenos Aires, a inicios de siglo XX. Se podrá apreciar a lo largo del trabajo que esta invocación no es ociosa, pues antes que nada esta masiva protesta, fue un reclamo a cielo abierto por espacios, prácticas y experiencias de la vida medica local. En tal sentido, es de enorme interés revisitarlo desde la agenda historiográfica que ofrece la moderna historia social de la ciencia, la tecnología y la medicina.