En este trabajo analizamos de qué manera las prácticas que los/las devotos/as de la Virgen de Urkupiña llevan a cabo en las calles (procesiones y fiestas) operan apropiaciones de carácter estético del espacio público y expresan la pugna por su uso frente a la resistencia de los sectores conservadores de la Iglesia y de la sociedad. Para analizar esta toma estética de las calles recuperamos, por un lado, una práctica distintiva del culto: la intervención de la imagen de la Virgen. Esta consiste en el cuidado y la transformación de su apariencia a través del maquillaje, la confección y diseño de vestidos, zapatos, pelucas, joyas, y la inclusión de efectos personales (cadenitas, relicarios, fotografías de parientes difuntos o enfermos) y elementos de la identidad salteña (la incorporación de la vestimenta femenina de ‘gaucha’). La imagen de Urkupiña no solo se inserta en la dinámica de la devoción a cambio de la gracia de la Virgen, sino que, al colocar a los/las devotos/as en una posición más activa e inventiva, expresa el vínculo específico que cada uno de ellos/as establece con ella, marcado por convicciones, el gusto estético, experiencias de fe y espiritualidad, lugares de procedencia social y cultural, ideas sobre la feminidad y la belleza, la cercanía o distancia respecto del culto católico, entre otros. Por otro lado, analizamos el carácter peregrino de la imagen de la Virgen y de qué manera el ajuar de la Virgen, en su trayecto desde las casas de los devotos a la calle, adquiere nuevos ornamentos que configuran un montaje de elementos de la cultura criolla y andina (papel picado, relicarios, ‘alasitas’), temporalidades, afectos y deseos, que subvierten las jerarquías sociales y las formas hegemónicas de practicar la religión. Este montaje que se produce durante la peregrinación de la Virgen en las calles de la ciudad, constituye una ‘tercera imagen’ que abre una nueva territorialidad social marcada por una espiritualidad de matices estéticos y políticos singulares.