Un fenómeno que atraviesa nuestra contemporaneidad son las redes sociales, las cuales llevan más de una década alterando nuestros modos de socialización, estas plataformas están en constante evolución en pos de incentivar a los usuarios al uso activo. Una de las revoluciones de mayor éxito fue la incorporación de las historias, fotos y videos que desaparecen a las 24 horas, logrando que las personas expongan aún más su intimidad. El informe Digital 2019 realizado por Hootsuite revela que hay 7.676 billones de personas en el mundo y 4.388 billones de ellos usan internet, lo que representa el 57% de la población mundial. Entre ellos, 3.484 billones usan redes sociales, es decir, casi la mitad de habitantes en el mundo tienen perfiles activos donde suben fotos, comparten opiniones, interactúan con otros usuarios y pueden ser encontrados de manera sencilla desde un buscador. La red de mayor crecimiento en el último año fue Instagram, sumando más de 38 millones de usuarios. La razón más notoria de su constante crecimiento es la renovación de elementos en las historias, presentes desde 2016 en esta plataforma. Es innegable los progresos que las redes sociales e internet suponen en materia de comunicación, los beneficios son múltiples, pero se debe tener en cuenta el papel que cumple el capitalismo dentro de este esquema, que ha sabido concentrar el narcisismo a su favor y generar estrategias de marketing de precisión impensadas hace menos dos décadas. Toda la información personal vertida voluntariamente en las redes sociales permite segmentar audiencias por gustos muy específicos y esos datos son vendidos a cualquier anunciante por un módico precio. Me propongo estudiar con mirada crítica estas nuevas bitácoras virtuales, relevando los cambios tanto positivos como negativos que producen a niveles sociológicos, haciendo hincapié en el papel del capitalismo y la publicidad.