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Violencia en las escuelas Un relevamiento desde la mirada de los alumnos
Mara Brawer, Noel, Gabriel y Tisnés, Adela.
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  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p0dA/3cS
Resumen
Si bien el fenómeno de la violencia en las escuelas se ha instalado hace ya algún tiempo en el foco de la opiniónpública, lo que sabemos efectivamente sobre su extensión, sobre su alcance y sobre sus modalidades reciéncomienza a tomar forma. Más allá de las voces ?muchas de ellas sobradamente autorizadas? que han sido ysiguen siendo convocadas al permanente debate sobre sus límites, sus causas y las posibles formas de actuarrespecto de ella, lo cierto es que cualquier política destinada a abordar el complejo problema de la violenciaen las escuelas debe tener por base necesaria una investigación seria y rigurosa que nos permita establecercon un mínimo de precisión sus contornos, sus rasgos comunes y sus variaciones a lo largo de los diversosescenarios de nuestro país. Sólo así podremos sobreponernos a las improvisaciones que nacen y se alimentande impresionismos de diversa inspiración, y que suelen entronizar como panacea ciertas ?verdades? de sentidocomún que ?por más bienintencionadas que sean? no siempre coinciden con las dimensiones concretas delfenómeno.Construir este cuadro a través de un programa de investigación ha sido desde el principio uno de los objetivosdel Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas. Y este propósito se ha encarnado en una serie de proyectosque buscan abordar el fenómeno desde diversas dimensiones ?tanto cuantitativas como cualitativas? asícomo en la voluntad de convocar y funcionar como interlocutor de todas las iniciativas que en este sentido seestén llevando a cabo a lo largo y a lo ancho del país.Los datos incluidos en el presente cuadernillo se insertan en el marco de este esfuerzo: en él se presentan losresultados de la aplicación de cuestionarios en escuelas de todo el país a lo largo de los años 2005 y 2006,destinados a relevar de manera general el alcance de ciertas prácticas habitualmente definidas como violentas:robos, vandalismo, agresiones y amenazas de agresión, portación y exhibición de armas blancas y de fuego.Si bien estos datos no son más que un intento preliminar por delimitar el escenario, quisiéramos destacar unavez más la importancia que revisten, al proveernos de una base empírica sobre la cual comenzar a debatir de formarigurosa los alcances y los matices de algunos de los fenómenos incluidos bajo la rúbrica de ?violencia en lasescuelas?. Pero al mismo tiempo, y dada tanto la naturaleza de los datos como del instrumento de recolección,no quisiéramos dejar de señalar algunas particularidades y limitaciones de los mismos que, al tiempo que nosobligan a evaluarlos con cuidado, nos marcan el camino a seguir en futuras investigaciones.En primer lugar no debemos olvidar que se trata de un cuestionario y que estamos, por tanto, trabajando conconducta reportada, es decir, con lo que los respondientes dicen haber hecho o haber visto. Siendo así, debemoscuidarnos de traducir automáticamente las respuestas en términos de prácticas o de hechos de violenciaen las escuelas. Al fin y al cabo, sabemos muy bien que una cosa es lo que la gente dice, y otra cosa es lo que lagente hace, y que existen numerosos factores que pueden llevar tanto a la sobre- como a la sub-declaración dehechos, máxime cuando implican autoincriminarse o incriminar a otros en conductas que se suponen reprobadaso reprobables por quien pregunta. Obviamente esto no quiere decir que no exista ninguna relación entre loque se reporta y lo que se observa ?si así fuera no tendría sentido realizar un cuestionario? sino que la cuestiónde cómo los datos se relacionan con las prácticas requiere de interpretación, y que esa interpretación debetener en cuenta diversos factores si queremos evitar cuadros distorsionados sobre la profundidad, el alcance ola extensión de la violencia en las escuelas.Si bien esto es cierto de toda la información obtenida por medio de un cuestionario, lo es particularmente deaquellas cuestiones que hace al reporte de conductas observadas, es decir, no de lo que el respondiente hahecho sino de lo que ha visto hacer. Como es obvio, cada hecho notorio tendrá múltiples testigos ?que varíandesde un pequeño grupo a todo el establecimiento? lo cual multiplica los reportes de hechos de violencia sin queesto implique una proliferación de los hechos en sí. Olvidar esto puede llevarnos a percibir las escuelas con mayorpoblación ?o donde los hechos sean más notorios? como mucho más violentas de lo que en realidad son.A pesar de todo lo dicho, no cabe duda alguna de que el cuestionario es un instrumento valioso como primeraaproximación al fenómeno de la violencia en las escuelas. Pero no debemos olvidar que pretende ser simplementeesto: una primera aproximación. Tanto la definición de la violencia como el esclarecimiento de susmecanismos son asuntos espinosos y controversiales, y el cuestionario y la investigación de la que forma partesólo aspiran a capturar algunos de sus aspectos más evidentes y notorios. Una caracterización más puntillosa ycomprehensiva del fenómeno de la violencia requiere complementarlo con otras aproximaciones ?particularmenteaproximaciones cualitativas de orientación etnográfica, que también forman parte de la estrategia de investigacióndel Observatorio y cuyos resultados serán también publicados en un cuadernillo de próxima aparición? quenos permitan insertar los fenómenos relevados por el presente cuestionario en dimensiones más amplias, asícomo dar cuenta de los procesos que les dan origen y en los que se encuentran inmersos.PRÓLOGOPor último, quisiéramos insistir en un factor que suele pasarse por alto, pero que resulta crucial para la justaevaluación de la supuesta ?epidemia de violencia? que estaría atravesando a nuestras escuelas. Sin negar la apariciónrelativamente reciente de episodios y prácticas inéditos en el escenario de las escuelas argentinas, nodebemos olvidar que muchos de los hechos calificados casi unánimemente de violentos por la opinión pública(y recogidos como tales en estos cuestionarios) ?peleas, agresiones, burlas? eran, hasta hace algunas décadas,rutinarios en la vida cotidiana de nuestras instituciones. El hecho de que en los últimos años comencemos a registrarloscomo violentos habla de un cambio ?y de un cambio bienvenido, qué duda cabe? en nuestras sensibilidadeséticas y políticas, que al problematizarlos vuelve posible intervenir respecto de ellos en nuestro esfuerzopor lograr una convivencia escolar más apacible y más respetuosa de los derechos respectivos de alumnos,padres, docentes y demás del sistema escolar. Sin embargo, olvidar que este proceso ha tenido lugar, y que hatenido lugar de forma muy reciente, nos expone a una inflación desmesurada del concepto de ?violencia en lasescuelas? y a la sensación de que han surgido de repente, de la nada, una serie de prácticas violentas en unaescuela otrora pacífica e inmaculada. Insistimos: si bien existen ciertos comportamientos que nos sorprendenpor su intensidad y características como violentos y de los cuáles no tenemos registro en el pasado, tambiénexisten muchos que formaban parte de la rutina de nuestras escuelas de antaño, y a los que no se nos ocurría,hasta hace poco, calificar como ?violentos?. Unos y otros merecen, sin embargo, que nos ocupemos y nos preocupemospor ellos y tanto el Observatorio como institución como sus proyectos de investigación ?de los queeste cuadernillo pretende dar cuenta en parte? constituyen herramientas en pos del objetivo de conocer paracomprender, y de comprender para abordar los fenómenos complejos que solemos incluir bajo la etiqueta de?violencia en las escuelas?
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