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Mamis y guaguas: familia, maternidad y la crianza a través de las generaciones en Molinos (Salta, Argentina)
REMORINI, C., MORGANTE, M.G. y PALERMO, M.L.
VII REUNION DEL GRUPO DE TRABAJO FAMILIA E INFANCIA. LA FAMILIA Y SUS MIEMBROS: PENSANDO LA DIFERENCIA EN AMERICA LATINA. Universidad de La Frontera. CLACSO, Temuco, Chile, 2010.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pzQ0/ur0
Resumen
Este trabajo se propone caracterizar el modo en que se construyen culturalmente las nociones de maternidad y crianza, las experiencias y prácticas asociadas a ellas y sus transformaciones en los últimos 40 años en familias campesinas de Molinos -un pueblo localizado en los Valles Calchaquies Salteños de Argentina-, a partir del análisis comparativo del testimonio de mujeres residentes en esta localidad Los objetivos particulares que perseguimos incluyen la descripción y comparación de las experiencias de las mujeres vallistas respecto de la concepción, gestación, parto y puerperio; las categorías locales vinculadas a los procesos de embarazo, nacimiento y crianza de los niños; el valor de los vínculos parentales y extra domésticos en cada una de estas instancias; los roles de género a nivel doméstico; las transformaciones en las expectativas y proyectos de las mujeres y su impacto en la familia vallista contemporánea. El material aquí empleado es resultado de trabajos de campo etnográficos desarrollados desde el año 1976 por distintos miembros de nuestro equipo de investigación. La información proviene fundamentalmente de la aplicación de técnicas cualitativas propias de la aproximación etnográfica ?entrevistas semiestructuradas en profundidad e historias de vida- adecuadas al relevamiento de información discursiva, complementada con observaciones de la vida cotidiana. Las entrevistas fueron registradas mediante cintas de audio, notas de campo y fotografías. Para este trabajo seleccionamos entrevistas realizadas a mujeres adultas de diferentes edades durante los años 1976, 1992 y 2009, tomadas como casos a los fines de este trabajo, por considerarlas representativas de diversas experiencias en torno a la maternidad y la crianza a lo largo de los últimos cuarenta años. Si bien estos testimonios fueron recogidos en el contexto de estudios centrados en la caracterización del sistema médico tradicional, la relectura de las mismas en función de nuevos objetivos, ofrece información relevante para caracterizar aspectos vinculados a la maternidad y la crianza de los niños y las relaciones familiares en el marco de estas experiencias, temas que hasta el momento no habían recibido un tratamiento central en la producción del equipo de investigación del que formamos parte. De las entrevistas correspondientes al año 1976, seleccionamos las realizadas a dos mujeres mayores de 50 años, escogidas en aquel momento en función de sus conocimientos terapéuticos y su experiencia como terapeutas y/o parteras. Para el año 1992, consideramos los relatos de cinco mujeres de edades entre 40 y 70 años, entre las que encontramos especialistas y no especialistas en el dominio terapéutico. Por último, para los años 2009-2010, los casos seleccionados corresponden a dos entrevistas realizadas a mujeres de 25, 37 y 39 años, elegidas como informantes por ser madres de niños menores de 3 años. A los fines de llevar adelante el ejercicio comparativo consideraremos a las informantes como representantes de tres generaciones distintas y sucesivas, aunque no necesariamente se comprueben relaciones parentales entre ellas. Dado que se trata de una población a pequeña escala y relativamente homogénea desde el punto de vista sociocultural, este artificio nos permitirá reconstruir el escenario en el que las mujeres adultas se inician como madres. Del análisis de los resultados obtenidos de la comparación de los testimonios resultan una serie de consideraciones que se presentan a continuación. Las actividades, responsabilidades y oportunidades de las mujeres a lo largo de toda su etapa reproductiva dependen íntimamente de la consideración local de sus roles según un modelo de familia en la que los hombres están temporal o permanentemente ausentes, lo que resulta en una composición doméstica con características particulares. Por esta razón, las mujeres asumen frecuentemente ?en diverso grado y con distinta duración- las funciones productivas junto con las reproductivas, a diferencia de ciertas imágenes presentes en textos etnográficos sobre las familias rurales de la zona y de otras regiones latinoamericanas, donde la presencia masculina es fuerte y las esferas productivas y reproductivas están ?aparentemente- genéricamente compartimentadas. Esta condición de las mujeres, sorprende a los ?de afuera? quienes las califican como ?mujeres múltiples?, tal como expresa el testimonio citado al comienzo. La asunción de tareas productivas hace que la presencia materna estable en el hogar y a cargo de los hijos no siempre esté garantizada, compartiendo esas responsabilidades con otras mujeres de la familia, generalmente mayores. De ello resulta la unidad doméstica matrifocal ?madres y abuelas- que se sostiene en el tiempo más allá de la presencia masculina. Esta configuración se halla en los tres momentos considerados (1976; 1992; 2009), aunque se destaca que en las generaciones más recientes la causa se vincula mayoritariamente con nuevas posibilidades de empleo o de educación para las mujeres más jóvenes fuera del pueblo, particularmente en la capital provincial. La estrecha relación que se da en el ámbito doméstico entre las dos generaciones alternas (abuelos-nietos) podría ser una de las razones por las que los ancianos y ancianas son respetados y sus juicios y consejos considerados al momento de tomar decisiones, ya que son ellos quienes brindan cariño y contención en ausencia de los padres (Crivos y Martínez, 2006). En este contexto se comprende el sentido que adquieren denominaciones tales como ?mami?, cuyo alcance semántico se extiende a estas abuelas que asumen o comparten la crianza de sus nietos. La ausencia y/o escasa colaboración de los hombres, conjuntamente con la organización matrifocal, se traduce en que los principios de autoridad siguen un patrón matriarcal en cuanto a la búsqueda de asistencia y respaldo en las mujeres mayores dentro o fuera de la misma familia. La íntima conexión abuelas-nietas favorece la continuidad de la transmisión de conocimientos, valores y prácticas vinculadas a la maternidad y a la crianza de los niños que -a pesar del acceso a información diversa y a servicios de salud biomédicos-, continúan siendo recuperadas por algunas mujeres en sus discursos. Los consejos de estas mujeres mayores se hallan avalados por sus conocimientos sobre la medicina tradicional, así como por sus particulares experiencias de embarazo y crianza, lo cual otorga autoridad a sus discursos y funda el respeto de sus hijas/nietas. A pesar de la multiplicación de fuentes de información y de las nuevas tecnologías de cuidado de la salud, el recurso al saber y experiencia de las ?mamis? continúa siendo un ?punto de anclaje? necesario. Las diversas expresiones acerca de la maternidad y la crianza deberán considerarse como resultado de una amalgama compuesta de concepciones tradicionales y otras nuevas resultantes del contacto interétnico, que caracteriza a la identidad del grupo en un momento histórico determinado. La importante participación femenina en tareas productivas y reproductivas a través de su trayectoria vital en los tres momentos considerados, puede analizarse además desde un juego entre las nociones de fragilidad y fortaleza que plantean en sus discursos. En este sentido, las mujeres comienzan a transitar, a partir de su pasaje de niñas a adultas, por una serie de circunstancias que las exponen a la ?enfermedad?, como menstruaciones, embarazos, partos y diversas dolencias, las que se explican fundamentalmente en términos de ?peligros? y ?tabúes? (Douglas, 1990). Al respecto, se observa un interjuego entre las nociones de riesgo (ligado a factores ambientales y actividades domésticas) y de contaminación (en especial el contacto con los muertos) y la ruptura de tabúes, que originan dolencias diversas en las mujeres y en sus hijos por nacer. En los testimonios más recientes, la adhesión a prescripciones biomédicas no resta importancia al respeto de algunos de estos tabúes trasmitidos por las abuelas. Asimismo, a partir de sus testimonios podemos advertir el impacto que tienen algunos procesos mórbidos -asociados a los procesos reproductivos pero también a sus labores productivas- desde la perspectiva de las mujeres, condicionándolas a un estado casi permanente de vulnerabilidad a la enfermedad y de ?sufrimiento?. Sin embargo, ante estas amenazas a su integridad psicofísica, las mujeres destacan discursivamente la fortaleza emocional (propia o de sus pares) para enfrentar dichas situaciones. De este modo, es recurrente la alusión a la fragilidad y sufrimiento de la mujer durante su ciclo reproductivo ?en especial las mujeres ?de antes?-, pero al mismo tiempo se plantea que estas situaciones tienen como contrapartida la fortaleza anímica y la autosuficiencia, es decir, ser ?corajudas?, ?baqueanas? y ?curtidas?. En relación con ello, la mayoría de las entrevistadas crecieron en un ambiente rural y en contextos familiares en los que las enfermedades y la muerte de adultos y niños eran hechos frecuentes de la vida cotidiana. En especial, las mujeres entrevistadas en 1976 y 1992, crecieron sin que sus familiares tuvieran acceso efectivo a servicios de atención médica básica, y observaron que su madre, abuela o incluso ellas mismas debieron involucrarse en la atención de diversos de miembros de la familia y de la comunidad, haciéndose cargo al mismo tiempo de las obligaciones domésticas, contribuyendo al sostenimiento económico de la familia, criando a las ?guaguas? propias o a sus hermanos, y cumpliendo a la vez papeles de ?curadoras? o ?parteras?. Los resultados de nuestro trabajo nos permiten discutir algunas ideas presentes en las caracterizaciones antropológicas sobre sociedades denominadas ?tradicionales? del siglo XX, las que han tendido a identificar la reproducción ?biológica y social- con el género femenino, aunque también es frecuente en la literatura sobre sociedades consideradas ?modernas? (Héritier, 2007). Incluso, algunos análisis sobre grupos indígenas y campesinos van más lejos al afirmar que las mujeres ?en especial las ancianas- cumplen el papel de ?conservadoras y reproductoras de la tradición tribal? (Bataille y Sands, 1986) y ?garantía de la continuidad de la comunidad? (Susnik, 1983; Cadogan, 1997). Este énfasis en el papel de las mujeres como responsables del mantenimiento de la tradición a través de la reproducción, la crianza de los niños y el cuidado del bienestar de los miembros del grupo familiar/doméstico, excluye o minimiza la responsabilidad de los hombres en estos aspectos y los ubica en el de ?productores?, el que rara vez es asignado a las mujeres. Siguiendo a Nerlove (1974), a pesar de que muchos autores plantean que la crianza de los niños es una actividad que entre los grupos indígenas o rurales restringe considerablemente la participación de la mujer en otras actividades ?fundamentalmente productivas-, es precisamente en estas sociedades donde las madres pueden compartir las responsabilidades de la crianza con un mayor número de personas. Esta autora propone que las prácticas de crianza y cuidado infantil se acomodan a las actividades de subsistencia desarrolladas por las mujeres, y en consecuencia, si bien hay algunas en las que la madre es irremplazable, se recurre muy frecuentemente a ?cuidadores sustitutos? que colaboran en distinto grado en forma temporaria y/o permanente. Desde estas perspectivas que acentúan la asociación mujeres/reproducción, se considera también que éstas reproducen generación tras generación pautas y modelos a través de la socialización de los individuos de las generaciones más jóvenes. Así, las niñas y luego las mujeres jóvenes, reciben y reproducirán de igual modo lo aprendido, de maneras aparentemente mecánicas y sin lugar para la creatividad, resignificación y transformación. Frente a estas visiones reproductivistas y estáticas de la sociedad y la socialización, y del papel de las mujeres y hombres en este proceso, en la actualidad hallamos una serie de estudios que abordan el tema de la crianza, la educación, la transmisión cultural y los roles de género en otros términos (Cohn, 2001; Mollo-Bouvier, 2005; entre otros). Sin negar aquí la abundante evidencia empírica del rol activo de las mujeres ?en comparación con el de los hombres- en la crianza y cuidado de la salud que permite hablar de un patrón general (Price, 1997; Módena, 1990; Daltabuit Godas, 1992; Ryan & Martínez; 1996; Bronfman, 2001; Osorio Carranza, 2003; Scheper Hughes, 1990; Crivos, 2004; Remorini 2009) consideramos que las actividades, conocimientos, preferencias y formas de participación social de las mujeres-madres, así como las interacciones con sus pares masculinos y las generaciones jóvenes (hijos-nietos) debe analizarse en el marco de un nuevo tipo de aproximación a los actuales escenarios de los que éstas participan, y en el cual los límites dentro/fuera, doméstico/extradoméstico, reproducción/producción, privado/público resultan insuficientes para comprender las nueva configuraciones sociales (Ortiz, 2002). En este sentido, el trabajo etnográfico sostenido en el tiempo en una misma comunidad combina el análisis procesual con la mirada local. Ello posibilita identificar y caracterizar aquellos aspectos de los roles femeninos y masculinos que se adecuan o se distancian de lo prescripto por los modelos de relaciones de género, de organización familiar y de crianza propuestos para las sociedades ?tradicionales? donde ?? el concepto de familia, y con relación a éste, el de matrimonio debe comprenderse en un esquema más amplio que incluya otras formas de relaciones o uniones de hombres con mujeres y de éstos con su prole, que no necesariamente tienen como base la misma pareja de cónyuges, casados o no? (Morgante, 2003).
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