El nuevo contexto de nuestra práctica convoca a preguntarnos por una asignatura que permanecía desde hace tiempo en segundo plano: el famoso encuadre. Si bien Freud nunca habló específicamente de él, delimitó algunos “consejos” para llevar adelante la terapia analítica, que luego devinieron en el famoso “setting” terapéutico forzado hasta la caricatura por sus discípulos. Hoy, con el diario de casi un siglo después, me pregunto si esas condiciones tan inflexibles no estaban más al servicio de tranquilizar a lxs analistas que para beneficio de lxs analizantes. Lacan llegó para burlarse de esos rituales y tildarlos de caricatura. Vino a decir que la clínica psicoanalítica “es lo que se se dice en un psicoanálisis.” El tiempo de cuarentena, la instalación de la virtualidad como regla y no como excepción, desempolvan las viejas preguntas que ya no incomodaban. ¿Es posible atender pacientes a distancia? La momia del encuadre se sienta en su tumba: ¿qué (nuevas) condiciones pensar? ¿Seguimos estableciendo tiempoespacios? Pero hay una pregunta cero: ¿sigue la categoría de encuadre siendo vigente?