Atención

Búsqueda avanzada
Buscar en:   Desde:
 
La habilidad para discriminar alturas musicales y su vinculación con la familiaridad con el estilo
Favio Shifres.
Objetividad-Subjetividad y Música. Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2008.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/puga/8cg
Resumen
La habilidad de discriminar alturas musicales es una de las destrezas más conspicuas del músico. En muchos ámbitos es una condición importante para el desempeño y la valoración social del profesional de la música. Así, la generalidad de los programas de formación profesional en música en la actualidad incluyen espacios de entrenamiento y desarrollo de esta habilidad. En la mayoría de los sistemas musicales el campo de las alturas es divido en categorías discretas. Por lo general esas categorías se vinculan a los sistemas de afinación en uso dentro de ese sistema musical. Por esta razón, la psicología cognitiva de la música ha reconocido desde sus orígenes que la percepción de las alturas musicales puede entenderse como un típico proceso de categorización (Sloboda 1985; Dowling 1994). Esto es, al percibir una altura determinada la asociamos al prototipo de su categoría. Numerosos estudios han indagado los límites de esas categorías en el sistema occidental, esto es, cuanto una nota puede apartarse del prototipo sin que deje de ser categorizada como la misma altura dentro del sistema. Para la ciencia cognitiva de primera generación el proceso por el cual adquirimos estas categorías es implícito y tiene lugar a través de nuestro paso por la cultura (Krumhansl 1990). Sin embargo, también es reconocido que el conocimiento explícito refuerza las operaciones que podemos realizar para favorece este proceso (Dowling 1998). En general, se acepta que la mera exposición a los hechos musicales de la cultura de pertenencia resulta crucial para el desarrollo de la habilidad de categorizar las alturas musicales de acuerdo al sistema culturalmente dominante (Tilmann y Bigand 2004). De este modo, aunque la discriminación de alturas tiene un umbral psicofísico, la categorización y por ende el juicio acerca de la justeza de una determinada altura dentro del sistema y en el curso de una ejecución resultaría altamente influenciado por las características de ese ambiente cultural. Una de los postulados de la denominada ciencia cognitiva de segunda generación (Lakoff y Johnson 1999), que se basa en una perspectiva corporizada de la cognición, es la idea de que nuestros recursos cognitivos son sociales - en el sentido en que se emergen del complejo entramado inter-humano en el que nos movemos -, culturales - dependen de las particularidades del desarrollo de tales entramados - y físicos - es decir que se apoyan además en las cualidades del entorno, permitiéndonos hacer uso de aspectos concretos de nuestro ambiente en la elaboración de nuestros pensamientos (Johnson 2007). Algunas perspectivas etnomusicológicas, por ejemplo, se basan en esta idea, y sugieren que ciertos rasgos peculiares de la música de algunas culturas se acoplan o reflejan aspectos del medio ambiente de dicha cultura (Reynoso 2006). A pesar de que la mayor parte de la música que se escucha hoy en día en nuestro medio claramente se enmarca dentro del denominado sistema armónico tonal, los modos particulares de emisión vocal y los instrumentos musicales empleados en los diferentes estilos ofrecen condiciones de enculturación de las categorías mencionadas que en principio aparecen como heterogéneos. Por ejemplo numerosos estilos, si bien son claramente tonales admiten ejecuciones que se apartan sustancialmente de los prototipos de la escala de 12 tonos iguales. El rap es un ejemplo palmario de ello. Las diferencias se hacen mayor si incluimos en la variedad de manifestaciones a músicas que utilizan formas de emisión con portamentos, vibratos y otros tipos de efectos tímbricos y de alturas, o distorsiones de los sonidos instrumentales. De este modo aunque no dudaríamos en calificar a nuestra cultura de tonal, la multiplicidad de géneros y estilos hace posible que hablemos de subculturas en las que las categorías de alturas aparecen con cierto grado de variabilidad y se definen con mayor o menor precisión. De este modo, aunque los programas de formación de músicos profesionales que incluyen desarrollos de la habilidad de categorización de alturas suponen condiciones básicas de acceso a ellos relativamente homogéneas, es innegable que los estudiantes provienen de medios culturales muy diversos. En otros términos aunque se de por sentado que las bases para el establecimiento de las categorías perceptuales propias del sistema musical de pertenencia están dadas en todos los estudiantes por igual, cabe preguntarse si las diferencias (en principio sutiles) que se establecen entre diversas subculturas urbanas pueden verse reflejadas en diferentes sistemas de categorización de la altura musical. Este trabajo se propone explorar diferencias en la habilidad de discriminación de alturas en los estudiantes ingresantes al sistema de educación musical especializado como consecuencia de sus hábitos y sus preferencias de escucha cotidiana. Parte del supuesto de que dichas preferencias y hábitos configuran una microcultura musical particular que puede afectar las categorías de alturas. Además supone que, contrariamente a lo esgrimido por la ciencia cognitiva clásica, no es la mera exposición a ciertos fenómenos musicales lo que determina el proceso de enculturación, sino fundamentalmente la experiencia corporizada surgida de la escucha y la acción situados en el contexto socio-cultural y físico. De tal forma, los hábitos y preferencias de audición resultarían centrales en la adquisición de esas categorías, ya que, por definición, implican un compromiso más activo y corporeizado del sujeto en la experiencia musical.
Texto completo