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La ejecución parental: los componentes performativos de las interacciones tempranas
Favio Shifres.
Música y Bienestar Humano. Universidad Autónoma de Entre Ríos, Entre Ríos, 2007.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/puga/3uH
Resumen
Las interacciones entre adultos y bebés han sido vistas como manifestaciones protomusicales debido a que exhiben una serie de rasgos que, en principio, evocan modos de producción, organización, recepción y comunicación musical. Los bebés humanos dan muestras muy tempranas de una fuerte predisposición para la música (Papou?ek, M. 1996; Papou?ek, H. 1996; Dissanayake 1992, 2000a; Imberty 2002; Trehub 2000, 2003). De acuerdo a Mechthild Papou?ek (1996) esta predisposición se corresponde con un interés marcado de padres y otros adultos cuidadores en proporcionar ambientes ricos en estimulación musical. Pero además de estas acciones más o menos concientes de los adultos sobre los entornos de los bebes y niños pequeños, existe un conjunto de conductas adultas que constituyen ?una fuente oculta de estimulación musical temprana (que) ha permanecido relativamente inalterada y protegida contra la manipulación artificial, a saber, la música intrínseca y determinada de modo no conciente del habla dirigida al infante? (p.89). Ésta forma parte de lo que algunos investigadores denominan parentalidad intuitiva, una habilidad general e intuitiva de los adultos para proteger, alimentar, estimular y enseñar los rasgos de la cultura a sus infantes. La parentalidad intuitiva se expresa en el habla dirigida al infante a través de un conjunto de rasgos claramente musicales que pueden ser analizados en términos de ritmo, melodía, contrapunto, calidad sonora, etc. Tal análisis musical no es simplemente el resultado de una descripción metafórica de las conductas verbales de los adultos. Por el contrario, obedece a una caracterización metódica de los componentes de altura, calidad sonora y de duración de tal discurso. Estas cualidades han sido considerablemente estudiadas durante las últimas dos décadas (Papou?ek, M y Papou?ek, H 1981; Papou?ek 1994). En particular, los rasgos melódicos del habla dirigida al infante estarían estrechamente vinculados a funciones específicas de la neonatenia tales como la regulación de la excitación y la atención, soporte didáctico para los aprendizajes sociales, modelos para el aprendizaje vocal y fonológico y para la adquisición de los componentes prosódicos del lenguaje (Papou?ek, M. 1996). De este modo, los rasgos del habla dirigida al infante resultan centrales en la enculturación lingüística. Sin embargo, más allá de la importancia lingüística de los rasgos musicales de la parentalidad intuitiva, la música parece también caracterizar aspectos medulares de la capacidad comunicacional no lingüística del infante así como de la experiencia del sí mismo y del mundo a través de una predisposición por compartir impulsos, intereses, acciones y significados con el adulto. La alta sofisticación de movimientos de miembros, cabeza y rostro que despliegan los bebés muy pequeños da cuenta de esta predisposición para tal acercamiento. El análisis detallado de tales movimientos revela que están organizados conforme invariantes temporales que intervienen el la noción de si mismo del bebé (Stern 1985) y que se combinan en patrones que se superponen de manera polirrítmica (Trevarthen 1999/2000). Estas conductas son una manifestación apreciable de la actividad de un sistema neurológico que funciona desde el nacimiento, la Formación Motora Intrínseca. Ésta soporta la actuación regulada en el tiempo de acuerdo a un Pulso (o patrón de regularidad) denominado Pulso Motor Intrínseco que se hace evidente en buena parte de los comportamientos de los infantes (movimientos, orientaciones de la atención, respuestas expresivas, etc.). Ese sofisticado manejo temporal de los movimientos explícitos ha inducido a Colwyn Trevarthen a hablar de una musicalidad de las conductas. Para él, la extendida neonatenia de los humanos hace pensar que seguramente el preciosismo de esos movimientos está puesto al servicio de la comunicación y la imitación (como capacidades iniciales) más que de la locomoción y la manipulación (habilidades que emergen tardíamente en los humanos; Trevarthen 1999/2000). Por todo esto, Stephen Malloch (1999/2000) tomó la música como modelo para definir y caracterizar la Musicalidad Comunicativa como una habilidad innata y universal que se activa en el nacimiento y que es vital para la comunicación sociable satisfactoria entre la gente. Específicamente se define como la habilidad para congeniar con el ritmo y el contorno del gesto (motor y sonoro) (Malloch 2002). La música, como actividad ubicua en los seres humanos constituye una de las tantas manifestaciones de esta habilidad a lo largo de la vida. La danza, el relatar historias, las ceremonias rituales, los comportamientos de trabajo cooperativo y las conductas amatorias, son, probablemente otras (Dissanayake 2000b, 2001). Por lo tanto es importante no confundir la musicalidad comunicativa, como característica de la especie, de la música, como rasgo de la cultura.
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