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Comunicación y género: entre lo instituido y lo instituyente
Paula Navarro - UNVM.
“3º Congreso Latinoamericano de Comunicación de la UNVM". “Agendas Emergentes y Protagonistas Territoriales” “Homenaje a Mabel Piccini”. Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales, Villa María, 2022.
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Resumen
En América Latina, la gestión de la comunicación fue cedida al sector privado con fines de lucro que desarrolló un modelo competitivo. Se reconocen en él las amarras cotidianas del periodismo como parte de un engranaje atado y aceitado en una doble concentración: la propiedad a nivel económico y también a nivel geográfico. Esto se traduce en una baja contratación de mujeres periodistas. El androcentrismo como realidad socio-cultural instituida determina que, en el seno de los medios de comunicación social, convivan las dinámicas entre instituido e instituyente; lo primero, encarnado en las lógicas de planificación, organización y categorización del periodismo; y lo segundo, refrendado en las prácticas de las periodistas que, con sus disputas y empoderamientos, elaboran sus propias imágenes de la realidad y pactan, intercambian, provocan y facilitan la reproducción del periodismo como práctica de construcción de la realidad social. Así, desde sus prácticas profesionales, desvirtúan al androcentrismo como ordenación natural de valores patriarcales que inician, bosquejan, maduran y eternizan relaciones disímiles entre mujeres y hombres. Las periodistas se constituyen, se reconocen y militan su autodefinición y autorreflexión de manera dinámica, enraizada en la noción de identidad, que se constituye en la praxis social a partir de los engranajes de socialización. Además, fundan su subjetividad sobre sí mismas y sus relaciones laborales, institucionales y políticas en las que se afilian. Las periodistas ponen en práctica la resiliencia para superar los eventos desfavorables, y lo hacen buscando nuevas respuestas, explorando continuamente alternativas en sus acciones y en lo discursivo, activando así una inquebrantable persistencia. Estas acciones las sitúa en la práctica invariable de la resistencia, organizadas de maneras heterogéneas -formales e informales- pero siempre dinámicas, ya que sus factores constitutivos hacen que se agrupen y desagrupen, desaparezcan y reaparezcan, se multipliquen y dividan, pero derivando siempre en una subversión consciente, que radica en sobreponerse a las múltiples tensiones condicionantes en sus prácticas profesionales y a las realidades que experimentan cotidianamente en sus rutinas. La participación y activismo en redes les posibilita deliberar, criticar sus propias parcialidades y admitirlas; son espacios donde se inscriben en una trama híbrida, con particularidades que se reconocen y que no requieren cargos ni escalafones. Adhieren a la interseccionalidad, ya que la categoría de género está cruzada con las de etnia, clase, edad, identidad sexual y todos los órdenes de dominación. Las mujeres ejercen el periodismo situadas, les pasa por el cuerpo, lo sienten en carne viva, ponen en disputa y tensionan las formaciones culturales anquilosadas. Lograron resistir al endo-androcentrismo propio de su profesión, rechazando la internalización del estigma como fenómeno representativo de la influencia colectiva en el ser social; es decir, no introyectan ese imaginario y no se asimilan como “no merecedoras” del ejercicio del periodismo. Antagónicamente, revierten el estigma con un accionar desafiante en pos de su empoderamiento profesional y social. Alumbran una “multiversalidad” de pensamiento -hay muchos universos, no sólo uno-, militan la capacidad de agencia y reflexividad desde la alteridad epistémica.
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