La irrupción de la pandemia por el nuevo coronavirus a nivel mundial puso en evidencia la fragilidad del sistema capitalista en todo el mundo. En este contexto, los escenarios puntuales de cada país se vieron transformados de diferentes maneras, pero con un denominador común: la emergencia sanitaria. Para América Latina, este escenario significó nuevos desafíos y la caída estrepitosa de los índices de crecimiento económico. El contexto puso a prueba la capacidad de respuesta rápida e implicó los esfuerzos de la región para apaciguar y gestionar la pandemia y sus desastres. Para Brasil no fue –ni es– diferente. El gigante vecino está atravesado por las mismas dificultades que el resto de la región, pero con una serie de factores que agravan aún más su situación: el discurso anticiencia, antipolítica y de violencia constante hacia un derecho humano como lo es el derecho a la comunicación y el acceso a la información. Ocultamiento de datos oficiales por muertes de covid-19, desatención de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para resguardar a la ciudadanía de la pandemia y la guerra declarada contra algunos de los principales vehículos de la prensa, son algunos de los hechos que tienen ya la marca registrada bolsonarista en su haber. La información y su manejo es pensada como un recurso estratégico desde el gobierno y desde los grupos seguidores para impulsar e instalar un imaginario en el que el coronavirus es una “gripecita”. Esto se da bajo una retórica nacionalista y pragmatismo en los hechos, en algunos casos desde la inspiración de un pensamiento orientado a la religión cristiana.