¿No posee una cuenta?
Los obispos en la temprana Edad Media italiana. A propósito de su iconografía
Jorge Rigueiro.
www.porphyra.it, vol. 3, núm. 6, 2006, pp. 1-39.

Resumen
Dentro del proceso de construcción de una institución novedosa aunque no del todo ajena a las posibilidades intelectuales y materiales del período conocido como Antigüedad Tardía, la Iglesia produjo un personaje digno de atención: el Obispo. De este período, que según los autores y escuelas analíticas, puede incluso abarcar hasta en siglo X, nosotros extenderemos nuestro objetivo de estudio hasta el SVII para un mejor análisis metodológico e iconográfico; siendo por tanto nuestra investigación, un trabajo que girará en torno de la construcción de la imagen de la que es necesaria revestirse alguien a partir del VI para poder acceder a una silla episcopal. El análisis tendrá específico peso dentro del área occidental europea, tomando como ejemplo de análisis una sede de relativa importancia continental: Ravena; siendo necesario no descartar al espacio oriental ni otras sedes italianas, pues pueden ser un buen elemento de comparación, sobre todo cuando entre estos pastores circule una profusa correspondencia. Indudablemente, el mensaje de poder que el Obispo intenta transmitir, deberá hacerlo mediante todos los elementos que antes Roma usó para expandir su mensaje cultural, por lo que incurriremos en la temática de la iconografía para poder "armar" el retrato de un obispo, ya sea vivo o convertido en santo. Creemos necesario detenernos un momento en esta apreciación. En virtud de que como Roma utilizó de manera propagandística para la exportación del poder imperial la imagen de funcionarios de diversos niveles, el cristianismo, arrancando de sí el mandato veterotestamentario respecto de la prohibición del uso de imágenes; a partir del siglo II y más especialmente del siglo III, empezará a usar y prácticamente copiar motivos y estilos de la iconografía romana. Esta copia de gestos, posturas y motivos iconográficos adaptada a las necesidades del ritual cristiano, tendrá a partir de la Paz de la Iglesia, en el 313, una calidad diurna que lo hará prácticamente indistinguible de su modelo original, por lo menos en cuanto a materiales, gestos o especificación de algunos símbolos, pero por la ubicación e interpretación del plan iconográfico, podemos detectar que se trata de una obra cristiana. Además, respecto de la iconografía, habrá que evaluar qué elementos jugaron en la construcción de la imagen del obispo; imponiéndose lo arbitrario del análisis dado el reducido corpus de fuentes existentes, ubicación y estado de conservación. De la misma manera, será necesario hacer un análisis de la significación de esa imagen respecto del comitente y del público observador, su lugar de emplazamiento o soporte (sarcófago, mural, objeto de culto, sacramental o escultura) y respecto de la elaboración de un posible culto de sus reliquias, quién se adjudicó su "empresariado", qué ciudad detenta su culto, cuáles son sus características y qué significación socio-político-cultural tienen para la Iglesia, la Sede (junto con sus sucesores) y su ciudad. A partir de la representación iconográfica, encontraremos una herramienta interpretativa respecto de la resonancia social que el obispo ha tenido en su comunidad, la posible enseñanza que deje a "su" posteridad, además de las limitaciones de su modelo a seguir para el próximo pastor y el rango político y teológico obtenido frente a la Grey. Creemos necesario aventurar que construir la imagen de un obispo "cuesta" más en Oriente que en Occidente, en virtud de la tradición griega del gusto por la oratoria y la dialéctica refinada, en la que el obispo deberá ser campeón declarado. En cambio, el occidente europeo cristiano de raigambre latina, hará hincapié en aspectos de otra índole retórica y más jurídicos, debido a su indudable vocación política enraizada en los vericuetos del viejo Cursus Honorum, encaminado hacia el ingreso al Ordo Senatorum; lo que generará en nuestros personajes de análisis la necesidad de licuar la terminología oscura y legista, transformando ese lenguaje en llana materia del espíritu para cada vez mayores feligresías. De ahí, que la construcción de la imagen de un obispo (jugando aquí con el sentido ideológico e iconográfico del término) pueda verse como un sujeto-objeto autoelaborándose en medio de la construcción general del edificio de la Iglesia en Occidente. Si bien no es cuestión de proponer aquí las líneas ideológica e iconográfica que tomarán Occidente y Oriente a partir del fin de la Antigüedad Tardía, sobre todo luego del siglo VIII, irán separándose progresivamente hasta el gran Cisma del siglo XI, que tornará irreconciliables en ambos aspectos a los dos polos de una misma institución: mientras que Roma, empecinada en construir una supremacía indiscutible, edificada sobre la tumba del Petrus, Constantinopla, se enraizará en una ortodoxia que devendrá, para el aspecto artístico, en una teología del color, que imposibilita cualquier análisis de tipo "artístico" convencional. Para completar el circuito de análisis, creemos necesario centrarnos temporalmente a partir de la segunda mitad del siglo IV y hasta la primera del VI, tirando apenas algunas redes que cierren algunos conceptos hacia el siglo III y el resto del VI, pero trataremos de no aventurarnos en demasía en un plano posterior, pues la problemática creemos aumentaría aritméticamente su complejidad.
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