Desde los inicios de su producción en la década de 1950, Francisco Urondo (Santa Fe, 1930-1976) conjuga la práctica de la creación ficcional con el ejercicio de la crítica cultural y la labor ensayística. El espacio que el autor dedica en sus reflexiones al análisis de la praxis literaria y del poeta en su relación con la sociedad, da cuenta de las preocupaciones que lo aquejan en tanto escritor comprometido con su época. Los posicionamientos estético-ideológicos que adopta a lo largo de sus intervenciones críticas, lo muestran, por otra parte, como intelectual en busca de un nuevo programa de acción. En particular, las modulaciones que adquieren las distintas definiciones de la poesía y del poeta en sus textos ensayísticos pertenecientes a las décadas de 1950, 1960 y primera mitad de 1970, conforman una línea de entrada para explorar los dilemas del escritor que se debate entre una práctica simbólica, concebida como acción transformadora de la realidad, y una tarea política más inmediata, entendida como militancia partidista o revolucionaria. En esta dirección, el estudio focaliza, en primer lugar, las inflexiones en las definiciones del creador presentes en los trabajos ensayísticos de Urondo, atendiendo a su vinculación con las enunciaciones sobre la praxis poética y la labor artística en general. En segundo lugar, a partir del análisis de los textos, deslinda los modos de intervención intelectual que el autor opera a lo largo del período y los pone en diálogo con las formas de intervención desplegadas por otros agentes del campo literario e intelectual en la Argentina de las décadas de 1960 y 1970. El recorrido de los textos a la luz de los idearios estético-ideológicos desplegados por el movimiento Poesía Buenos Aires y la revista Zona de la poesía americana (publicaciones en las que Urondo participa en carácter de colaborador permanente y editor, respectivamente) permitió establecer que el compromiso de la poesía con la realidad no implica en las afirmaciones del autor una sumisión de lo estético al terreno de la política o de lo social; desde su perspectiva, la autonomía de la poesía constituye un postulado a la vez necesario e inapelable. Es notable, sin embargo, la relevancia que adquiere en las conceptualizaciones del autor pertenecientes a la etapa de radicalización de su pensamiento, la noción de la praxis estética como actividad ideológica, fuertemente marcada por la política. En esta última época, la actividad simbólica se define en función de su eficacia política y de su acción en un proceso revolucionario.