A lo largo de su obra es notable como cada vez que Freud se refiere a la asociación libre trasmite su posición intransigente con respecto a su cumplimiento. El paciente debe cambiar su forma de dialogar en el dispositivo analítico, he allí la rectificación subjetiva imprescindible para el inicio del análisis. Para Freud el paciente debe diferenciar su relato de una conversación ordinaria, en ésta él es el jinete, lleva las riendas de su palabra y la dirige hacia algún destino corriendo del camino aquellas que lo desvían de su recorrido. Hay claramente en esta modalidad de diálogo una relación de ficción de dominio sobre la palabra, se sabe lo que viene a cuento y lo que no. La propuesta de Freud subvierte, trastoca, da vuelta la relación usual que tenemos con nuestra palabra. Para realizar una experiencia del inconsciente lo único que se le pide al paciente es que altere esa relación con la palabra, es esa la única regla a la cual debe atenerse y el analista no es otra cosa que su causa y garantía. Se escucha a veces que en el psicoanálisis el saber está del lado del paciente, no creo que sea así, el saber está del lado del analizante que no es para nada lo mismo ya que es un estado del ser novedoso producido por el acto analítico. Parto desde Freud porque me interesa poner a cielo abierto lo que entiendo es una consecuencia de su acto sobre la ética de una Escuela de psicoanálisis. Más precisamente, quisiera poner en primer plano el valor de la subversión que la regla fundamental del psicoanálisis introduce, para establecer una relación entre ella y el dispositivo del pase con la intención de extraer lo que creo marca una orientación para la Escuela.