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Jóvenes y escuela secundarías en contextos de extrema pobreza urbana: entre el desencanto y la utopía
Machado Mercedes Libertad, Grinberg, Silvia y Dafunchio, Sofia.
En SOCIALIZACIÓN ESCOLAR Procesos, experiencias y trayectos. Quito (Ecuador): Editorial Universitaria Abya-Yala.
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pZVb/goT
Resumen
En este artículo presentamos resultados de investigación que nos encontramos realizando en escuelas secundarias emplazadas en contextos de extrema pobreza urbana en la Región Metropolitana de Buenos Aires. En este trabajo nos centramos, específicamente, en la descripción de los dispositivos pedagógicos atendiendo a los relatos de futuro tal como son producidos por estudiantes en la escuela. Nos detendremos en aquello que lo/as estudiantes relatan sobre sus vidas y sobre su escolaridad en el marco de un taller documental que realizamos desde el 2008 en una escuela secundaria emplazada en contextos de extrema pobreza urbana y degradación ambiental de la Región Metropolitana de Buenos Aires. La pregunta por el futuro en general, y, acerca de la escolarización en particular, adquiere importancia por diversas cuestiones, entre otras nos importa resaltar las siguientes: Por un lado, porque nuestra experiencia en campo contrasta con las imágenes de apatía y desencanto que pesan sobre lo/as jóvenes en general, y, especialmente quienes viven en contextos de extrema pobreza urbana, en particular. Por el otro, y, adquiere centralidad aquí, porque entendemos que las instituciones educativas tienen frente así la tarea de preservar y transmitir el pasado en aras de la posibilidad de un futuro. De forma tal que sin la posibilidad de imaginar y pensar futuro la vida escolar sencillamente no sería posible. Así, sin la posibilidad siquiera de pensar que hay un mañana y que este podría ser mejor, las escuelas no podrían sostener las paredes que las rodean. Ahora bien, tal como lo propondremos a lo largo del presente trabajo, entendemos que en los contextos que se desarrolla la presente investigación la vida cotidiana de los barrios pero también de las instituciones, se encuentra en permanente situación de excepción (Agamben, 2001; Grinberg, 2011; Grinberg, Gutierrez y Mantiñan, 2012), de forma tal que el presente y la posibilidad de futuro se teje entre la utopía de un mañana mejor y el desencanto que provoca vivir en estos espacios de las metrópolis del sur global que condensan extrema pobreza urbana y degradación ambiental. Proponemos que la vida de las escuelas se construye en una cotidianeidad que se dirime en la tensión que se genera entre estos términos, que, a la vez, se constituyen en aspectos para pensar la escolaridad contemporánea. Es, en este marco que a lo largo de este capítulo nos importa poner en tensión y debatir con aquellas miradas que definen a lo/as jóvenes, en general, y, a quienes viven en contextos de extrema pobreza urbana como sujetos a quienes nada les importa, quienes han perdido las esperanzas. Asimismo, a través de la observación de campo nos proponemos discutir aquellos relatos que circulan tanto dentro, como fuera de la escuela que señalan a la institución como lugar que no tiene o perdió sentido en la vida de estos sujetos . De este modo a través del trabajo de investigación ofrecemos herramientas para repensar la imagen que predomina en los medios, pero también, y, muchas veces en textos académicos, que suelen describir a los y las estudiantes que viven en contextos de extrema pobreza urbana, sus escuelas y barrios, como peligrosos , sin sentido, sin futuro y/o sin la posibilidad misma de pensarlo y soñarlo (Reguillo, 2000; Saintout, 2002, 2007, 2013; Viviani, 2013). Desde fines del siglo XX, se ha vuelto cada vez más usual escuchar, tanto en la escuela como en los medios masivos de comunicación, reclamos relacionados con la falta de valores, proyectos, sueños, interés, iniciativa, y/o participación pública y política de los jóvenes. Es, en este escenario, que el concepto de juventud, entendido como construcción social, comenzó a ser pensado de modo contradictorio (Chaves, 2006; Elizalde, 2005; Feixa, 1998; Jaramillo, 2005; Reguillo, 1997). Dos relatos, en principio contradictorios, se tejen para pensar la juventud. Por un lado, aquel que vuelve a ese momento de la vida objeto de deseo, promesa de cambio, positivo y vital; adultos luchando contra el paso del tiempo queriendo permanecer en ese estado de eterna juventud. Por otro la juventud que se enlaza con imágenes nihilistas, marcadas por el desencanto y la peligrosidad. Es habitual escuchar que los jóvenes ya no son lo que eran, definiéndolos por lo que supuestamente les falta o perdieron; pensados como sujetos potenciales, ubicados en un espacio de no ser (Chaves, 2010), o como seres incompletos, carentes de deseos, desinteresados, victimas o peligrosos. Los medios masivos de comunicación solo se refieren a las ?prácticas riesgosas? de estos sujetos. ?Los medios nos muestran unos jóvenes que parecieran por momentos optar irracionalmente por la muerte. Ir hacia ella de manera irracional, sin sentido, o de manera suicida, buscando en cada una de estas acciones la forma de encontrarse con la muerte. O son locos, brutos, estúpidos, o son suicidas. Los jóvenes aparecen cotidianamente en las noticias como protagonistas del malestar? (Saintout; 2008: 2). De este modo, son señalados como sujetos descontrolados, consumidores de droga o alcohol, violentos, peleadores, delincuentes, protagonistas y productores del deterioro social. De manera que si la juventud, para quienes ya no lo son, es vista en su positividad para quienes aún están siendo esa positividad deviene carencia. Ahora bien, si algo de esa vitalidad puede ser recuperada para la juventud como promesa de futuro mejor, quienes viven en contextos de extrema pobreza urbana, parecen no tener escapatoria y quedan encasillados en relatos que, al decir de una profesora de la escuela ?no pueden cuidar la vida, ni la propia ni la ajena? (registro de entrevista a docente, 2011). En rigor, probablemente, debamos decir que si estos jóvenes que viven en condiciones de excepción, que son tercera y también cuarta generación de desocupados consiguen ir diariamente a la escuela, estudiar y soñar con seguir estudiando no es porque no pueden cuidarse sino, justamente, lo contrario. Asimismo, son jóvenes que muchas veces no sólo cuidan de sí, sino, también debido a la propia organización familiar, son responsables de sus hermanos/as y/o sobrinos/as. De forma que ?salen de sus casas?, como nos decía una profesora, ?para ir a la escuela?. Así ese tiempo de estar en la escuela, es tiempo esperado, deseado y al que la escuela, nuevamente, citando a esta profesora, ?debe darle respuesta?. De forma que en la cotidianeidad escolar nos encontramos con situaciones y vidas que se tensionan con la lógica del empoderamiento, propias de las sociedades de gerenciamiento (Grinberg, 2008), que nos llama a hacernos cargo de las riendas de nuestras vida, como si todo dependiera exclusivamente de la resiliencia y la autoestima. En ambos casos lejos de estos relatos que ubican a los barrios, a las escuelas y a lo/as jóvenes en la carencia de esas cualidades entendemos que es, justamente, debido a esa alta capacidad de hacer vida de los sujetos y las instituciones, de cuidar de sí y de los otros, que sigue habiendo escuela. De forma que aun cuando en la actualidad pensar/imaginar un futuro resulta dificultoso -y más teniendo en cuenta las condiciones en las que viven- los estudiantes se arriesgan y la escuela sigue estando ahí. Es en este marco de debates que a continuación nos detenemos en una breve descripción metodológica acerca del trabajo que realizamos y del taller que desarrollamos en la escuela para luego detenernos en el análisis de algunas de tensiones que atraviesan la escolaridad que entendemos se dirimen muchas veces entre el desencanto y la utopía.
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