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Atención de la primera infancia desde la perspectiva educativa a medidados del siglo XX
Mónica Fernández Pais.
V Jornadas de Estudios sobre la Infancia. Universidad de Buenos Aires, CABA, 2018.
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Resumen
Nos interesa abordar en esta presentación primeras reflexiones en torno a la educación de los/as niños/as hasta los seis años en Argentina a mediados del siglo pasado. El trabajo de indagación en el marco de la tesis doctoral sobre la educación inicial en el período 1955-1977 nos permitió recoger información de fuentes primarias cuyo análisis se enriqueció a partir del testimonio de protagonistas del período entrevistadas. Los discursos destinados a la infancia junto a la aparición del amor maternal dieron lugar a desarrollos acerca de la educación de los hijos a través de apartados especiales en los tratados pedagógicos desde el siglo XVII, luego devienen métodos para la educación infantil fuera del hogar en el siglo XIX. La educación de la primera infancia aparece a lo largo de la historia de la educación signado por discursos tensionados tanto por lo asistencial y lo pedagógico, como por lo privado y lo público, intentaremos aquí plantear la alianza entre familias y escuela que se postula en el siglo pasado. La educación de los hijos ha estado destinada en la sociedades capitalistas a la mujer y madre, como un modelo cultural e históricamente construido a partir de pensar a los niños como seres valiosos e inocentes, donde la crianza debe estar centrada en las necesidades de los niños y niñas sobre la base de una atención intensiva a partir de métodos de crianza determinados por expertos (Tarducci, 2011: 9). Paulatinamente se construye la idea: “hablar de familia es hablar de maternidad y hablar de maternidad es hablar de las mujeres” (ibid.). De esta manera, hablar de las mujeres y las madres de los más pequeños nos lleva a comprender el rol de la maestra jardinera que en tanto mujer se constituye en torno a modos de ser y hacer ligados a las tecnologías de género en la producción de subjetividad. Aquella metáfora del cultivo de las almas que alrededor de 1840 despliega en Alemania Federico Froebel al dar vida al kindergarten, tenía como principal destinataria la educación familiar para los hijos de familias acomodadas; recién años más tarde el alemán pudo desarrollar un método que permitía atender a varios niños a la vez fuera de la mirada familiar. En Argentina, Sarmiento fue el principal impulsor de las ideas educativas para los niños y niñas desde los dos años de edad inspiradas tanto en los avances en que conociera en Francia como en las ideas froebelianas que llegaban al país a partir de sus estrechas relaciones con educadoras de Estados Unidos. Sin embargo, fueron las disputas con los sectores del liberalismo católico en los tiempos de organización del sistema educativo las que retrasaron la instalación de los jardines de infantes en territorio nacional. Las primeras décadas del siglo XX dan cuenta de un desarrollo desigual de la educación preescolar junto a un discurso de infancia que le concedía importancia. Ya en la década de 1940, bajo el paraguas del Estado benefactor y como correlato de nuevas tendencias en la vida doméstica, se inició un crecimiento cuantitativo consolidado con la sanción en 1946 de la Ley N° 5096 o ley Simini de la Provincia de Buenos Aires de obligatoriedad y gratuidad de la educación inicial desde los tres a los cinco años derogada por Ley N° 5650/1951. Años más tarde, en la década de 1960 se produjo una renovación de las prácticas y discursos acerca de la educación y la crianza de la mano de las reformas sociales que otorgaron un nuevo protagonismo a la mujer y a los hijos. Los jardines de infantes no fueron ajenos a estos cambios y, una vez más, inspiradas en las reformas norteamericanas y la influencia de las teorías psi, la educación infantil comenzó un proceso de transformación al desplazar las tradiciones apoyadas en las metodologías tradicionales por un modelo ecléctico que otorgaba centralidad al niño y a su familia, acompañado de la multiplicación de los jardines junto a la masificación de la matrícula en las provincias con mejores recursos económicos. Este proceso se acompañó con la publicación de obras sobre la vida en los jardines de infantes que incluían de modo destacable a las familias. Sus trabajos se apoyaron en la experiencia cotidiana, una afiebrada exploración de nuevos criterios para la práctica y un clima cultural de generalizada exaltación del cambio. Cristina Fritzsche y Hebe San Martín de Duprat publicaron en 1968 un libro emblemático en el que postulaban que la necesidad de las familias del apoyo social para resolver las necesidades de la infancia actual (1968: 1). Postulaban allí, que era necesario “coordinar la acción educativa con la familia y relacionar la institución con el medio social para mantener vínculos que integren al jardín de infantes con la comunidad” (Fritzsche y San Martín; 1968: 3). Allí, también argumentaban a favor de ampliar las modalidades de interacción con las familias y una incipiente tendencia a considerarlas como un medio unitario que rodea a la institución y articula sus acciones con la comunidad. Esa visión holíst
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