Inevitablemente todos los seres humanos habitamos, pero no de la misma manera. La cotidianeidad o familiaridad del asunto, nos hace advertir ciertas dificultades a la hora de reconocer al habitar como un campo que demanda algún tipo de explicación. A los efectos de profundizar en la comprensión de sus componentes, sus límites y sus relaciones; es necesario recurrir a una teoría que permita dilucidar aquellas incógnitas que se esconden detrás de lo que pensamos, decimos y hacemos. En nuestras maneras de interpretar y estructurar la realidad, encontramos ya instalados ciertos acuerdos o convenciones que constituyen el escalón diferencial respecto de las otras especies. Los discursos y actuaciones, conforman los sistemas del hablar y del habitar respectivamente, entendidos como sistemas de significación claramente constitutivos de la condición humana. En ellos se da un juego de interrelaciones en el que intervienen las conformaciones espaciales (con los comportamientos que habilitan) y las voces (con los conceptos que designan). Ambos funcionan entonces como contexto y también como textura de la vida social, como marco que otorga sentido y sustento conceptual a toda práctica. En este ensayo, enmarcado en Lo realizado en el ?II Curso de Formación Docente ALTEHA (FAUD UNSJ - FADU UBA)?, orientaremos la reflexión hacia una serie de interrogantes relacionados con un territorio simbólico: la macropráctica de la docencia, en el ámbito específico del proyecto.