El presente trabajo se propone exponer la dimensión política de las consejerías populares entendidas como un espacio de encuentro para el acompañamiento y la orientación de aquellas personas que se encuentren transitando alguna situación de vulneración de sus derechos. En efecto, no se trata de suplir al Estado en su función frente a lxs más vulnerables sino de mejorar la intervención en estas problemáticas, potenciando articulaciones territoriales a la vez que fomentando la apropiación, acceso y defensa de las políticas públicas de género y de derechos de las mujeres y cuerpos feminizados. Las Consejerías se enmarcan en la legislación vigente promoviendo el derecho a una vida libre de violencia, a la salud integral, a la autonomía de las personas, a la confidencialidad y a la información –basada en criterios científicos y de dominio público-. El objetivo es generar una actitud de reflexión en la consultante tendiente a la toma de decisiones de manera informada, consciente y fundamentalmente autónoma a fin de acceder a instituciones públicas para garantizar el ejercicio efectivo de sus derechos. Lo dicho nos lleva a destacar la importancia de un Estado presente en la defensa de les vulnerables, por eso desde el espacio de las consejerías populares interpelamos a aquel al cuestionar las prácticas revictimizantes y patriarcales. Nuestra tarea se encuentra basada en cuatro principios fundamentales: 1) confidencialidad; 2) no revictimización; 3) transparencia activa; 4) autonomía. Asimismo se plantea un modelo de atención que pretende ir más allá de la mera consulta para entender a las personas como sujetxs capaces de tomar sus propias decisiones tanto acerca del ejercicio de su sexualidad como del cuidado de su propio cuerpo. Esto necesariamente trae aparejado un abordaje interdisciplinario, es decir, con una visión más amplia e integral de las problemáticas que nos ocupan. Es importante tener en cuenta que nos encontramos frente a procesos que nos atraviesan como personas tanto a quienes acceden a las consejerías como a nosotres mismes en la tarea de llevar adelante un acompañamiento que no se reduce a un momento y que por ello lo concebimos como un trayecto abarcativo del seguimiento posterior. Cabe destacar la importancia de la construcción de redes comunitarias e interinstitucionales dado que entendemos a las consejerías como una construcción colectiva trascendente del aspecto netamente personal e incluso en ocasiones “doméstico” de la situación planteada. En este orden de ideas –siguiendo a la antropóloga Rita Segato- podemos afirmar que es justamente el reestablecimiento de los lazos comunitarios el camino para enfrentar la violencia contra la mujer. Por último, afirmamos con dicha autora que “la politicidad feminista, no puede ser una política del enemigo”. Sólo así nuestra lucha contra el poder patriarcal podrá derivar en un paradigma superador.