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Un futuro incierto. De la tradición nacional popular a la teoría descolonial
Juan Francisco Martinez Peria - UNSAM/UBA.
1º Congreso Internacional de Ciencias Humanas - Humanidades entre pasado y futuro. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Gral. San Martín, 2019.
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Resumen
América Latina tiene una rica historia intelectual. El siglo XX, en particular, ha sido un período en el cual afloraron numerosas y diversas corrientes de pensamiento que buscaron entender y resolver las principales problemáticas que aquejan a una región en constante ebullición. Una de esas tantas vertientes intelectuales ha sido la tradición nacional popular, que emergió en las primeras décadas de dicho siglo y que aún hoy tiene cierta vigencia. Autores como Víctor Raúl Haya de la Torre, Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Augusto Céspedes, Carlos Montenegro, René Zabaleta Mercado, Darcy Ribeiro, Alberto Methol Ferré y Leopoldo Zea, pueden ser vistos como algunos de los fundadores y principales exponentes de aquella corriente en distintitos países del continente. No resulta sencillo dar una definición clara sobre la tradición nacional y popular. Tampoco es el objetivo central de este trabajo. Sin embargo, si me parece clave precisar algunos de sus rasgos más importantes. El primero de ellos, es que la tradición nacional popular se propuso como una línea de pensamiento original, que tenía por objetivo analizar críticamente los problemas de nuestra región. En este sentido, procuró hacer todo lo posible por no caer en una mera repetición de teorías de cuño europeo o estadounidense. De hecho hizo de la originalidad intelectual una de sus principales banderas. De esta forma, a pesar de que es posible reconocer similitudes con otras líneas intelectuales, como el marxismo o el nacionalismo occidental, en el pensamiento nacional y popular latinoamericano hay mucho de original y novedoso. Estrechamente vinculado con esto, dicha tradición ha señalado al colonialismo como el principal problema que aqueja a la región. A diferencia de lo que ocurre con las sociedades del primer mundo, las nuestras se caracterizan por su status dependiente y semi-colonial. Las independencias, según esta corriente, han quedado truncas y América Latina ha permanecido presa de lógicas coloniales, tanto en términos económicos como culturales. La independencia resulta entonces una tarea pendiente. Los estados nación no han sido plenamente constituidos y todos nuestros esfuerzos deberían apuntar hacia ese objetivo. Hay aquí una clara impugnación del colonialismo y la cultura occidental, sin embargo, tal crítica no resulta total. A pesar de fustigar con dureza a las potencias extranjeras y en particular del rol económico, político y cultural de Inglaterra y Estados Unidos, en la región, los autores nacional populares, no rechazaron plenamente la sociedad moderna, ni el paradigma moderno como tal. Muchos menos impugnaron su concepción de linealidad temporal. En realidad, muy lejos de eso, lo que postularon como objetivo fue la modernización de América Latina. Una modernización soberana, original, no mimética, pero modernidad al fin. Una modernización que en definitiva implicaba concretar las mismas tareas que las sociedades occidentales ya habían realizado. Llegar, por un camino alternativo, al mismo objetivo. Estas ideas se expresaron claramente en términos de desarrollo y subdesarrollo. Un sucedáneo de la vieja concepción de progreso. Nuestras sociedades no sólo eran dependientes, sino también subdesarrolladas. El colonialismo era lo que nos constreñía y nos impedía devenir plenamente desarrollados. Romper con aquella dependencia, nos permitiría alcanzar un futuro promisorio, que en definitiva no era otro que al que ya habían llegado las potencias occidentales. Este era el futuro que avizoraban. Un futuro que no sólo resultaba un anhelo, sino que parecía factible de alcanzar. ¿Cómo? A través de toda una serie de políticas de corte económico, político, social y cultural. Mediante una industrialización sostenida, una fuerte intervención estatal en la economía, una importante distribución de la riqueza, una decidida integración regional y una política anti-colonial en términos culturales, nuestros países serían capaces de liberarse y devenir plenamente modernos y desarrollados. Sólo era cuestión de llevar adelante una reforma o una revolución nacional, anticolonial y popular que rompiese con el poder de las oligarquías y las potencias imperiales para poder alcanzar aquel objetivo que parecía no sólo evidente, sino también factible. El futuro estaba claro y estaba lejos de ser una utopía. Era sólo cuestión de seguir un programa y sostenerlo en el tiempo. Los sucesos de fines del siglo XX hicieron que muchas de estas supuestas verdades estallasen por los aires. Asimismo, el paradigma moderno y los grandes relatos (marxismo, liberalismo, nacionalismo, etc) propios de la modernidad fueron impugnados desde distintas posiciones filosóficas. El posmodernismo y la teoría poscolonial fueron algunas de las corrientes que más duramente denunciaron los “mitos” centrales de la modernidad. La teoría descolonial, surgió a comienzos del siglo XXI, fruto de estos acontecimientos y de estas nuevas discusiones intelectuales. Fue en muchos sentidos un aggionarmiento de antiguas conceptualizaciones de cuño latinoamericano (como la teoría de la dependencia, la filosofía de la liberación, el pensamiento anticolonial y antirracista, etc), sintetizadas con elementos conceptuales provenientes del posmodernismo y los estudios postcoloniales. Los autores que construyeron esta nueva vertiente fueron figuras como: Walter Mignolo, Aníbal Quijano, Enrique Dussel, Nelson Maldonado Torres, Edgardo Lander, Catherine Walsh, María Lugones, Santiago Castro Gómez, Ramón Grosfoguel entre otros. La teoría descolonial, comparte con la tradición nacional popular un casi idéntico diagnostico acerca del problema central de América Latina. A pesar de haberse independenizado formalmente la región sigue presas de lógicas derivadas del colonialismo. Lógicas a las que han denominado colonilialidad, del poder, del ser y del poder. Sin embargo, a pesar de esta coincidencia de base, la gran diferencia es que los autores de la teoría descolonial, no sólo han impugnado el colonialismo y accionar de las potencias nor-atlánticas, sino a la modernidad en si misma. Han planteado que la modernidad lejos de ser un proceso de emancipación creciente debe ser pensada como un fenómeno ambiguo, bifronte, con dos caras una de emancipación y otra de dominación. A ese rostro oculto lo han llamado colonialidad. Asimismo, como parte de esta impugnación de la modernidad, han planteado una crítica radical a la noción del progreso y a la idea subdesarrollo y desarrollo. El resultado de esta crítica tiene como consecuencia una idea de futuro incierto, totalmente diferente al que se encontraba en la tradición nacional y popular. El alcanzar la modernización de América Latina, ya no puede ser visto como el futuro para estos autores por dos motivos centrales. Por un lado porque tal cosa no es plenamente deseable, y por el otro, porque no hay una linealidad en la historia. La historia es plural, e incierta. Los países desarrollados, lejos de lo que decía Marx, no les muestran el camino a los países atrasados. Por que, en definitiva no existen países ni adelantados y ni atrasados. ¿Qué hacer entonces? ¿Cuál es el futuro para la región? A diferencia de la tradición nacional popular el futuro no esta claro ni mucho menos el camino a seguir. Los autores descoloniales plantean lógicamente la descolonización como objetivo central pero no postulan un programa o recetario sencillo que debe ser llevado adelante por los países para alcanzar tal fin. A lo sumo ideas muy genéricas y un tanto utópicas. Entre ellas, merece destacarse la de transmodernidad. Este concepto ha sido acuñado fundamentalmente por Enrique Dussel para pensar un proceso de superación de modernidad, un nuevo momento en el cual la colonialidad finalmente desaparezca. Sin embargo, más allá de dicha definición, tal proceso no es más que un anhelo utópico, carente de un basamento verdaderamente programático. En conclusión, mientras la tradición nacional popular postuló un futuro cierto, determinado y alcanzable algo muy diferente encontramos en la teoría descolonial, dónde aparece más como una incógnita que una certeza. Tal diferencia, no resulta solamente conceptual sino también política. Aquella confianza en el futuro y el carácter programático de la tradición nacional popular le permitieron una gran difusión y encarnarse en movimiento de masas muy importantes como el peronismo o el APRA. Nada semejante podemos encontrar en el caso de la teoría descolonial. Lógicamente la duda, la desconfianza, por más sólidas que sean teóricamente, lejos están de ser factores que generen la movilización popular. Así el futuro resulta una difícil encrucijada. Bibliografía y referencia bibliográficas Castro-Gómez, S. & Grosfoguel, R. (eds.) (2007), El Giro Decolonial, Bogóta, Instituto Pensar, Universidad Javeriana, Universidad Central y Siglo del Hombre, 2007. Castro-Gómez, S. (2005), La poscolonialidad explicada a los niños, Bogotá, Instituto Pensar, Universidad Javeriana. Castro-Gómez, S. (2005), La Hybris del Punto Cero: ciencia, raza e Ilustración en la Nueva Granada (1750-1816), Bogotá, Universidad Javeriana, 2005. Chakrabarty, D (2009), La descolonización y las políticas Culturales. Madrid, Katz. Dussel, E. (1994), El Encubrimiento del Otro. Hacia el origen del mito de la Modernidad, Quito, Ediciones Abya-Yala. Hernández Arregui, J. J. (1960), La formación de la conciencia nacional, Bs. As., Peña Lillo, 2004. Jauretche, A. 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