La relación que se establece entre la escuela y el campo de la psicopedagogía es compleja. Esta última, históricamente asociada a atender las problemáticas de aprendizaje, ha sido ubicada como un cuerpo teórico especializado al que las escuelas acuden en búsqueda de explicaciones sobre el por qué los jóvenes no aprenden. Cuando los alumnos no alcanzan los objetivos que han sido propuestos para ellos y las expectativas no coinciden con los alumnos “reales” que habitan las escuelas, este saber especializado muchas veces aparece allí para dar respuestas. Es así como profesionales psicólogos y psicopedagogos son convocados en calidad de expertos para que puedan determinar las causas o responsables de las problemáticas de aprendizaje y así aportar soluciones concretas. Respuestas y soluciones que tranquilizan pero que terminan reduciendo la complejidad del problema. A partir del trabajo realizado con una de las escuelas secundarias del partido de General San Martín, en el marco del Programa Psicopedagógico para Adolescentes de la Universidad Nacional de San Martín, es que el presente escrito tiene como finalidad abrir un espacio de diálogo para repensar la relación entre la escuela y aquellos servicios de salud mental dedicados a las problemáticas del aprendizaje. El modo en que cada joven transita la escuela es una construcción singular, y está atravesado por múltiples dimensiones. El desafío está en poder habilitar el encuentro con las escuelas y construir una modalidad de trabajo de intercambio y reflexión en la que ambos puedan aportar conocimiento específico para pensar la dimensión escolar y la dimensión psíquica del aprendizaje. Si pensamos al aprendizaje como un proceso de construcción de novedades que debe ser concebido y abordado desde un enfoque multidimensional, la posibilidad de correrse del lugar de experto propicia espacios de intercambio para que estas situaciones concretas con las que se enfrentan las escuelas tomen dimensión institucional, dejando de ser un problema individual.