El proceso de desintegración del sistema feudal sacudió las estructuras de la vida comunitaria en Europa. Hacia el siglo XIX, las fronteras de las comunidades judías (kehilot) se encontraban disueltas y los judíos de Europa Occidental, integrados como ciudadanos en los flamantes Estados nacionales. El acceso a la ciudadanía otorgó derechos individuales a los judíos a cambio de sus derechos colectivos y comunitarios. El nuevo estatuto de “ciudadanos” obligó a los judíos a repensar su propia identidad así como la relación con el mundo circundante. Sin embargo, en el contexto de consolidación de los Estados nacionales y proliferación de los movimientos nacionalistas, la estigmatización hacia la población judía por cuestiones religiosas, “raciales” o económicas, contradecía el pretendido proceso emancipador. En Europa Oriental, los pogromos de 1881-1882 se sumaron a las ya adversas condiciones económicas de las comunidades judías, generando un movimiento migratorio abrumador. Más de dos tercios de la población judía oriental se vio obligada a abandonar sus lugares de residencia y rehacer sus vidas en diversos destinos. La combinación entre hostilidad en su contra y las oportunidades que brindaba el capitalismo occidental en desarrollo, impulsó a gran parte de la población judía del Este a trasladarse al Oeste del Río Elba. Este trasvase poblacional tuvo efectos negativos en las sociedades receptoras de los contingentes orientales: la llegada de estas masas desposeídas implicaba un peligro de desorden para los gobernantes, así como riesgo de indiferenciación para los correligionarios judíos occidentales y las posiciones favorables que éstos habían logrado, poniendo en evidencia la urgencia de resolución de la situación. Visto desde la perspectiva materialista, los avatares del desarrollo capitalista impulsaron el desplazamiento de los judíos de Europa Oriental hacia el Oeste y el resentimiento contra ellos, fue producto del mismo proceso. El componente ideológico lograba encubrir las verdaderas bases materiales del llamado “antisemitismo”. En este contexto, entre los intelectuales judíos, trabajadores y autoridades religiosas, surgieron distintas alternativas para resolver la amenaza que representaba el anti-judaísmo. El sionismo fue uno de los movimientos que intentaron darle solución a la llamada cuestión judía. Una forma específica de nacionalismo que impulsó y condujo el proceso de redefinición de la identidad transnacional judía en una identidad nacional -semejante a otras identidades nacionales europeas-, así como la migración masiva de los judíos europeos hacia un territorio donde habría de fundarse su propio Estado soberano.