Durante las últimas décadas, con el desarrollo exponencial de los denominados “estudios transculturales”, se ha hecho explícita la necesidad de explicar los fenómenos musicales, sean éstos psicológicos, sociológicos, educacionales, etc., en tanto su dependencia de las condiciones de los contextos socio-culturales en los tales fenómenos tienen lugar. Sin embargo, contrariamente a la intención de una exégesis entramada en las particularidades del medio, una serie de limitaciones epistemológicas dan lugar a que estas vinculaciones permanezcan en un plano superficial, confinadas a lo “políticamente correcto”. Así, en muchos ámbitos del campo musical, esta consideración al contexto parece limitarse al examen de repertorios, delimitaciones geográficas, o indicadores socioeconómicos estándares de los participantes. La atención genuina a los contextos no puede hacerse de espaldas la identificación de factores que sean independientes del medio. En tal sentido, tanto la musicología evolucionista como la psicología del desarrollo tienen importantes datos para contribuir a delimitar el campo de lo contexto-específico. Por su parte, desde diferentes ámbitos de los estudios musicales, se realizan aportes importantes para un examen situado de la musicalidad y la producción musical. En este trabajo se argumenta que los avances que en este sentido se realicen en campos específicos pueden contribuir de manera significativa a otros campos. En particular se estima que una relación beneficiosa es la que puede surgir del cruce entre la nueva musicología y las ciencias cognitivas de segunda generación. Como ejemplo de esta cooperación se menciona (i) la cuestión del significado en música y sus tratamientos desde la semiótica musical y la psicología de la música; y (ii) las críticas a la psicología cognitiva clásica de la música realizadas desde la etnomusicología y las ciencias cognitivas de segunda generación. Se proponen algunas implicancias de esta discusión para distintas áreas del quehacer musical.