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Ciudades precolombinas en Argentina
Rafino, Rodolfo.
Urbania. Revista latinoamericana de arqueología e historia de las ciudades, vol. 2, 2012, pp. 9-20.
  Dirección estable:  https://www.aacademica.org/urbania/14
  ARK: https://n2t.net/ark:/13683/pssU/fCb
Resumen
En tiempos del desembarco de Colón existían en la Mesoamérica de las actuales Guatemala y Méjico, así como en el mundo andino sudamericano, ciudades muy populosas que rivalizaban en número de habitantes con Roma, París, Sevilla o Londres de ese momento. La capital azteca Tenochtitlán superaba los 300.000 habitantes, la metrópolis de ChanChan, capital del reino Chimú en la costa peruana, contaba con más de 35.000 habitantes. El Cuzco Inka, alzado en la montaña superaba los 40.000 en su planta urbana. Antes de esos tiempos, entre los siglos V y X d.C. durante las llamadas etapas Clásicas de Mesoamérica y los Andes Sudamericanos, las ciudades de Tiwanaku en el altiplano del Lago Titicaca, Huari y Pikillajta en la sierra peruana y Teotihuacán en el valle central de Méjico sumaron concentraciones urbanas similares en millares de habitantes a las mencionadas para el s. XVI. Por estas latitudes de lo que hoy conocemos como República Argentina existieron dos universos indígenas diferentes a fines del siglo XVI. Uno pertenece al Noroeste andino (NOA), las Sierras Centrales y la sección boreal de Cuyo, con su sedentarismo, su andenerías agrícolas pedemontanas, sus aldeas y protociudades. Este mundo atesoró una cultura material propia de economías productoras agrícolas-ganaderas y una organización social en cacicazgos. Ese universo andino del NOA pudo estar ocupado por entre 350 a 500 mil indígenas según estimaciones demográficas relativas. El restante no alcanzó esos niveles de desarrollo cultural y se extiende por gran parte del territorio nacional, a excepción de algunos islotes de horticultores de roza mesopotámicos y chaqueños ocupados por los guaraníes y chana-timbúes. En ellos la cultura material indica estrategias adaptativas basadas en la caza, la pesca y la recolección; la organización social alcanzando rangos de tribus y cacicazgos incipientes. Junto a la movilidad que imponen estas condiciones permitieron la persistencia indígena hasta fines del siglo XIX. Este es el panorama propio del gran Chaco, la llanura pampeana, la patagonia y los canales fueguinos.
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